Cuando las piedras hablan
JORDI CASANOVAS MIRÓ (1953-2020) Especialista en epigrafía hebrea
Unos meses atrás llamó entusiasmado: “Parece que han localizado una piedra con una inscripción hebrea en la calle Santa Anna de Tarragona”, dijo. Y vino a verla, a fotografiarla, a contemplarla, a reseguir con el dedo lo que un día fueron letras. Fue la última pieza que Jordi Casanovas incorporó en su infinito catálogo de inscripciones funerarias medievales. Y sobre esta piedra pronunció su conferencia cuando, todavía no hace un mes, fue nombrado presidente de la Societat Catalana d’estudis Hebraics, del Institut d’estudis Catalans.
Doctorado en Filología Semítica (sección de Hebreo y Arameo) con una monumental tesis sobre las inscripciones funerarias hebreas de toda la Península, Jordi Casanovas trabajaba como técnico de reservas en el Museu Nacional d’art de Catalunya (MNAC). Hoy tenía que ser su último día de trabajo. Intentó por todos los medios no tener que jubilarse, quería seguir yendo cada día al museo, pero tuvo que hacerse a la idea. Y, como no, ya tenía comprometidos varios artículos y alguna conferencia.
Solía decir que “cada uno ha de cultivar el propio jardín”, como escribió Voltaire al final de Cándido. Regaba y cuidaba con mimo el jardín familiar –¡qué feliz con su primera nieta!– también a sus amigos, a sus compañeros de trabajo. Su jardín literario, siempre en expansión. Su jardín de piedras con inscripciones, las que su hermana dibujaba para ilustrar sus primeros artículos.
“Fue el mejor especialista en epigrafía hebrea de nuestro país (...), compartió su pasión con todos los que le rodeaban y compartió sobre todo su sabiduría infinita de forma gratuita y altruista; era uno de aquellos sabios que lo daba todo sin esperar nada a cambio; escucharlo era un placer del cual nunca uno se cansaba”, ha escrito esta semana el arqueólogo Xavier Maese en Tribuna d’arqueologia.
Jordi Casanovas publicó numerosos trabajos científicos y de divulgación. Entre su prolífica obra escrita figura Epigrafia Hebrea (Real Academia de la Historia, 2005); El Museu de l’acadèmia de Bones Lletres de Barcelona (Barcelona, 2009); Arte románico de Cataluña (MNAC, 2001); Libro de cuentas de un prestamista judío gerundense del siglo XIV (UB, 1990); Art romànic i escultura de Vanguardia. (Col·leccions del MNAC, 2001); El viatge a Espanya d’alexandre de Laborde (18061820) (MNAC, 2006) o Nova aproximació a la cronologia del cementiri jueu de Montjuïc-barcelona (Tamid 4, 2002).
Susana López, del MNAC dice que “su conocimiento sobre la formación de las colecciones era insuperable; también era bien conocida la amenidad y erudición con que enseñaba las reservas del museo, tanto a estudiosos como a los visitantes no especializados; a todos acogía con entusiasmo y todos se iban impresionados”.
Alimentaba todo con su fina ironía y si de algo pudo presumir –nunca lo hizo– fue de la honestidad con la que hacía las cosas. Nunca dejando algo a medias. Nunca llegando tarde. Nunca dejando pasar de largo la posibilidad de ver y poder estudiar una nueva inscripción. De leer otro libro. Siempre buscando. Dispuesto
Doctorado en Filología Semítica, trabajaba en el Museu Nacional d’art de Catalunya
a aprender. Siempre con una compañera incondicional a su lado: Odile Ripoll, una de esas personas que no suman, multiplican. Y siempre con la complicidad de su hijo August, de su familia o de amigos como Albert Prieto y tantos otros. Su frondoso jardín.
Jordi Casanovas falleció el domingo de un ataque al corazón. Encerrados en casa por el maldito virus, su muerte duele aún más.