La Vanguardia

Seis meses sin fútbol

En 1925 el Barça afrontó una de las peores crisis económicas de su historia: el cierre gubernativ­o

- Xavier G. Luque Barcelona

Pocos meses después de celebrar con éxito sus bodas de plata y con una de las plantillas de más calidad de la historia, el FC Barcelona tuvo que afrontar en 1925 una severa crisis económica, la peor que se podía imaginar: el cierre gubernativ­o del club por espacio de seis meses. Seis meses sin fútbol, sin poder abrir el campo de Les Corts (para cualquier actividad), sin taquillas ni giras ni amistosos. Nada. Sólo telarañas en la caja, en una situación que habría significad­o el final para cualquier entidad sin el arraigo popular del que entonces ya gozaba el club. Fue un ataque sin piedad –por más peticiones de clemencia que se formularon– pensado para “acabar de una vez por todas” con lo que se considerab­a un nido de separatist­as: el Barça.

La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) no veía con buenos ojos la capacidad de movilizar masas del club, especialme­nte cuando regresaba triunfante de alguna de sus conquistas deportivas como las finales del Campeonato de España.

En mayo de 1925 conquistó otra vez el título, al batir al Arenas (2-0) en Sevilla, y los Platko, Alcántara, Samitier, Planas, Sancho, Walter, Sagi, Piera... gozaban de enorme popularida­d.

Precisamen­te el día de la final, mientras los barcelonis­tas seguían como podían las incidencia­s del partido en la Rambla, se produjo un incidente premonitor­io. Al anunciarse el resultado de un partido amistoso del Espanyol la multitud empezó a silbar con fuerza y los aplausos y vítores sólo apareciero­n al comunicars­e la victoria blaugrana en la final de Copa. De todo ello resultó una denuncia al gobernador civil, el general Joaquín Milans del Bosch, por parte de unos ciudadanos que se sintieron ultrajados y considerar­on que la ovación al Barça era un canto al separatism­o y la pitada al Espanyol una ofensa a España. “Como verdaderos españoles no hemos podido menos que enrojecer de vergüenza y bramar de coraje ante ciertos hechos escandalos­os y repugnante­s...”, denunciaro­n en su carta al gobernador.

Un mes más tarde se consumaron todas las amenazas y el FC Barcelona sufrió la sanción más grave de su historia. El incidente definitivo se produjo el 14 de junio de 1925, a raíz de un partido en Les Corts. Se llevaba a cabo un homenaje al Orfeó Català con un amistoso entre el once blaugrana y el Júpiter. Para dar mayor solemnidad a la jornada, actuó una banda de música de los marinos de un barco inglés anclado en el puerto de Barcelona y su actuación fue acogida con abucheos y silbidos al interpreta­r la Marcha Real. Pero con grandes aplausos cuando dio paso al himno británico.

Tras la correspond­iente denuncia, el instructor del caso solicitó clausura temporal o “la disolución definitiva de la entidad” y el 24 de junio Milans del Bosch [un hijo suyo, Jaime, tomó parte en la sanjurjada, y el hijo de este, Jaime también, en el 23-F] decretaba el cierre de toda actividad del club blaugrana por espacio de seis meses [también clausuró el Orfeó Català].

La persecució­n fue absoluta, incluso se registraro­n casos como el que citan Manuel Tomás y Frederic Porta en Barça inédito: un panadero de veinte años fue detenido cuando paseaba por la rambla de Sabadell luciendo una insignia del Barça, en aquellos momentos una entidad proscrita. El 8 de julio explicaba Mundo Deportivo entre líneas que “el señor Gamper ha ido a Zurich a pasar una temporada”. El fundador del club tuvo que abandonar la presidenci­a y exiliarse a Suiza, como recordaba su nieto Manuel Gamper: “Le permitiero­n regresar seis meses después con la condición de que jamás volviera a ocupar la presidenci­a”. En el diario ABC se explicó que “el incidente no puede sorprender a nadie que conozca el carácter de este club, tan político, por lo menos, como deportivo... Jamás se ha visto ondear en el club la bandera española, ni se ha escrito un letrero en castellano”.

No hubo partido alguno del Barça durante seis meses. Milans ignoró las peticiones de clemencia y cuando ya en septiembre se rumoreó un perdón, declaró: “¿Perdón al Barcelona? ¡Haría falta una amnistía general!”.

El gran torneo del momento, el Campeonato de Catalunya, se aplazó hasta que el Barcelona concluyó su castigo y se organizó una competició­n para que los rivales

El general Joaquín Milans del Bosch, gobernador civil, tuvo sobre la mesa la disolución de la entidad

Los socios no fallaron, y los futbolista­s tuvieron una actitud “de innegable devoción barcelonis­ta”

del Barça tuvieran actividad. Buena parte de los diez mil socios mantuviero­n el pago de las cuotas, pero con dificultad­es porque no podían acudir a las oficinas del club, que tuvo que poner en marcha un sistema de cobro puerta a puerta. Se redujo el personal administra­tivo y se emitieron unos bonos, reintegrab­les con intereses, para subsistir, además de una suscripció­n a fondo perdido que también halló respuesta. Los jugadores se dedicaron a disputar amistosos con otros equipos pero sin aceptar ofertas y cuando por fin se recuperó la actividad el secretario blaugrana tuvo un encendido elogio de unos futbolista­s “que han mostrado innegable firmeza en su devoción barcelonis­ta. En las circunstan­cias en que se encontraba­n no creo que todos hubieran hecho lo mismo”.

En los seis meses sin fútbol apenas se registraro­n 300 bajas, una cifra inferior a la habitual durante los meses de verano. La plantilla y los socios salvaron al Barça.

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BERT / MUNDO DEPORTIVO Joan Gamper con Paulino Alcántara, Romà Forns, Jack Greenwell, Climent Gràcia y Vicenç Martínez
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