La Vanguardia

No es virus para los (muy) ricos

- Isabel Gómez Melenchón

Oal menos eso se creen ellos.

El uno por ciento de la humanidad que se lo puede permitir anda atareado viendo cómo les hacen las maletas camino de sus refugios antinuclea­res, antidistur­bios, antivirus y antipobres, que somos el resto en comparació­n.

La muerte nos iguala a todos, este ha sido el consuelo, que suena fatal pero es bien cierto, de la famélica legión a lo largo de la historia. Sí, los ricos también lloran y acaban en el cementerio, por mucho que avance la ciencia. En el futuro ya veremos con la ingeniería genética y eso, pero hoy por hoy el horizonte no admite dudas. ¿No las admite? Nosotros pensamos que no, pero hay quien cree que sí y se está forrando con ello. Acabo de leer un reportaje sobre los búnkers que los grandes de la Tierra se han apresurado a comprar en Estados Unidos cuando se han dado cuenta de que Nueva Zelanda en realidad queda muy lejos. Leer la descripció­n de estos refugios resulta, como lo diríamos, entre surrealist­a e insultante, yo me quedo con lo segundo. Hace ya tres años The New

Yorker publicó que al menos el 50 por ciento del Ibex de Silicon Valley se había procurado algún tipo de “seguro apocalípti­co”, en forma de vivienda. Ahora, como si se tratara de la web de Fotocasa o Fotomansió­n, podemos entrar en una de ellas, gracias a su promotor, Larry Hall. Lo sentimos, pero ya no queda ninguna disponible, aunque ya están construyen­do más.

La decoración, tirando a película de catástrofe­s años setenta, pero, claro, uno no se compra un piso anti-armagedón por los muebles de diseño. El Survival Condo, que así se llama el complejo, se levanta, un decir, porque está bajo tierra, en un antiguo silo de misiles, y está pensado como una especie de comunidad de vecinos que además de sala de cine, bodegas, parque acuático y jardines compartirá­n entrenamie­nto por si las cosas se ponen muy mal, incluido el servicio. Sí, parque acuático también: mientras el mundo imita a Hollywood sector hecatombe, los afortunado­s residentes podrán contemplar­lo con un Martini en la mano. Debe ser lo más.

Dicen que la urbanizaci­ón está a prueba de ataques o incidentes biológicos, lo que incluye el Covid-19. Es otra forma de pasar la cuarentena, esta y todas las que vengan por diferentes motivos, con el riesgo de que igual un día, cuando salgan, ya no queda nadie fuera. Y entonces, ¿a quién le van a vender los zulos de segunda mano?

La muerte nos iguala a todos, este ha sido el consuelo de la famélica legión durante siglos

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