La Vanguardia

Los tests no pasan el test

- Josep Corbella

Visto el resultado, la primera compra de tests rápidos que ha hecho España para detectar el coronaviru­s parece un fiasco. Funcionan tan mal que no se pueden utilizar. Pero para valorar si algo se hace bien o mal, no es en el resultado en lo que hay que fijarse. Es en el proceso.

Los ciudadanos tienen motivos de sobra para exigir competenci­a, eficiencia y, si pedir unidad es demasiado, por lo menos coordinaci­ón a quienes gestionan la crisis. Conviene recordar, antes de indignarse, que estamos ante un virus nuevo. Desde que se publicó la secuencia de su genoma el 12 de enero, hace sólo dos meses y medio, decenas de empresas de biotecnolo­gía y centros de investigac­ión han desarrolla­do tests para detectarlo. Y desde que se tomó conciencia de que el nuevo coronaviru­s había empezado a circular sin control fuera de Asia, hace poco más de dos semanas y media, decenas de gobiernos se han lanzado a adquirir los tests que serán imprescind­ibles para contener la epidemia.

Como la demanda hasta ahora ha sido muy superior a la oferta, los gobiernos han competido entre ellos y cada uno ha comprado lo que ha podido.

Esta situación pronto se va a corregir cuando se puedan realizar cientos de miles de tests diarios en cada país. Pero en un primer momento, en un contexto de emergencia sanitaria y de competenci­a internacio­nal, España cerró la compra de una partida de tests a la empresa biotecnoló­gica china Shenzhen Bioeasy, que son los que han resultado ser defectuoso­s.

¿Hubiera sido mejor esperar y asegurarse de que los tests funcionaba­n bien? En ese caso, si hubieran funcionado bien, España tampoco tendría los tests, porque se los hubiera llevado algún otro comprador. “La velocidad es mejor que la perfección para responder a una epidemia”, señaló el 13 de marzo Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencia­s Sanitarias de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), en una rueda de prensa sobre el Covid-19. “Si necesitas tener razón antes de actuar, nunca lo harás”.

Precisamen­te porque se trataba de un test nuevo ante un virus nuevo, se decidió comprobar si funcionaba bien antes de distribuir­lo. Los análisis realizados en el Centro Nacional de Microbiolo­gía revelaron que el test es altamente preciso cuando el resultado es positivo (si detecta el coronaviru­s, es que el virus está en la muestra) y altamente impreciso cuando es negativo (si no lo detecta, el virus también puede estar en la muestra). Es tan impreciso que es inservible. Afortunada­mente, se han comprado otros muchos tests a otros proveedore­s. Pero el hecho de que esta partida defectuosa fuera de las primeras que llegaron aumenta la sensación de fiasco.

¿Hubiera sido mejor no realizar esta prueba y distribuir el test sin comprobar cómo funcionaba? En ese caso, miles de portadores del coronaviru­s tendrían un resultado negativo en la prueba y, pensando que están libres de la infección, amplificar­ían la epidemia.

En síntesis, se compraron los tests lo mejor que se pudo, se evaluaron lo mejor que se pudo y salió mal. No hay nada que reprochars­e. Mejor esto que no haberlos comprado o no haberlos comprobado.

Actuar con rapidez es mejor que buscar la perfección para enfrentars­e a una epidemia descontrol­ada

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Un veterinari­a de Puigcerdà empaqueta el material de su clínica
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