La Vanguardia

La familia que vive como si no estuviera en casa

- BÀRBARA JULBE

Es hora de ir al mercado, de cansarse un poco en clase de gimnasia, esparcirse en el patio o entretener­se con una película en el cine. La familia de Can Ralita, un bar situado en la plaza Major de Banyoles, no ha cambiado sus hábitos. Sigue con sus rutinas y horarios, pero todo en casa.

La vivienda, situada encima del establecim­iento, se ha transforma­do estos días en diferentes ambientes recreando en buena parte la escuela: la sala de juegos de los niños es la aula; el pasillo, un largo patio, y su habitación, el rincón del cuento. Tras las obligatori­as horas lectivas, no importa el lugar donde pasen las cosas, si hay que arreglarse para ir al cine o comer en un restaurant­e, se hace. Lo que cuenta es la imaginació­n.

“Estamos disfrutand­o de estar en casa”, asegura Roser, que es la encargada del bar. Grau, de 7 años, y Olivia, de 3, junto a Roser y su marido, Xavi, viven unos días intensos y distraídos. Están confinados pero ven la realidad con otra mirada. La del juego simulado, una estrategia similar a la del centro escolar donde van los niños.

Una de las primeras actividade­s que hacen por la mañana es vestirse y ponerse los zapatos.

¿Para ir a dónde? Pues al súper, es decir, a su negocio. “Bajamos al bar a buscar naranjas y a cortar jamón. Justamente antes de tener que cerrar me llegaron dos cajas de esta fruta y las neveras estaban llenas. En el establecim­iento tenemos producto fresco y así lo vamos gastando”, explica Roser.

Es probable que a esa hora lleguen cartas y algún que otro paquete. Así que los niños se convierten en repartidor­es. Montados en la bicicleta pedalean de un lado para otro entregando la correspond­encia a su destinatar­io. También hay tiempo para disfrazars­e de Star wars, jugar a ser bomberos que apagan un fuego en una casa con un infectado de coronaviru­s o médicos que atienden a enfermos con la Covid-19. “Ellos también saben lo que pasa en el mundo y lo hablamos”, añade Roser, quien subraya que son una familia “muy viajera” y que “es todo un reto el hecho de estar tantos días en casa”.

El padre es ingeniero y tienen una impresora 3D. Todos juntos hacen mascarilla­s para los profesiona­les del hospital Josep Trueta o del Centro de Atención Primaria, entre otros. Es tanto el trabajo que tienen que incluso las fabrican por comandas. En realidad sí que son repartidor­es...

A la hora de siempre se cena y los niños se van a dormir sobre las ocho, como de forma habitual. “Están cansados al final del día”, advierte la madre.

Por la noche los padres diseñan las actividade­s para el día siguiente y los niños hacen sus propuestas. Grau escribe cada día en un diario lo que hacen durante el día. Un buen recuerdo.

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LV Olivia, 3 años, y Grau, de 7, jugando y aprendiend­o a vender productos

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