La Vanguardia

Algunos alcaldes

- Arturo San Agustín

Ni las grandes gesticulac­iones y aspaviento­s sirven para acabar con el virus que lo ha puesto todo patas arriba. Ocurre que, ante la imbecilida­d o, mejor, el egoísmo de algunos ciudadanos que se niegan, por ejemplo, a aparcar momentánea­mente el patinete, la bicicleta o sus diarios ejercicios gimnástico­s, comprobar cómo algunos alcaldes italianos han reaccionad­o me reconforta. O me divierte. Que también sirve estos días un poco de moderada diversión.

Hablo aquí, sobre todo, de los alcaldes italianos de Messina, de Lucera, de Delia y de Bari. Para mí, en su muy italiano histrionis­mo televisado, en su aparente o real cabreo, el mejor de todos ellos ha sido Antonio Totolo, alcalde de Lucera, que cuando arremetía contra los incívicos lo hacía con la mascarilla de color azul en el cuello, caída y muy alborotada, y con las manos enfundadas en unos guantes también azules que se movían, agitaban o gesticulab­an a tal velocidad e intensidad que era imposible seguirlas. Sublime, pues, y feroz cabreo el del sindaco de Lucera sólo comparable al de Cateno de Luca, que lo es de Messina. O al de Bari, Antonio Decaro, que se echó a la calle amenazando con los guardias a dos o tres incívicos. Otro alcalde acabó argumentan­do que si era necesario el uso de un eficaz lanzallama­s no dudaría en utilizarlo, pero no creo que fuera capaz de semejante acción. Estos arrebatos son

Aquí casi todo es corrección política, servilismo, mentira y veneno por parte de algunos en las llamadas redes sociales

más teatrales que bélicos y nos devuelven a los mejores momentos de Vittorio de Sica, Marcello Mastroiani o Alberto Sordi.

Aquí casi todo es corrección política, servilismo, mentira y veneno por parte de algunos en las llamadas redes sociales que acostumbra­n a ser vertederos de intoleranc­ias y cobardías casi siempre retribuida­s o subvencion­adas. Una excepción, pero con excesiva insensatez incendiari­a, más propia de activista histriónic­o que de médico, es el granadino Jesús Candel, azote de la Junta de Andalucía y ahora también del Gobierno español. La diferencia entre los alcaldes italianos ya mencionado­s y Candel no es la vehemencia, el acaloramie­nto, el histrionis­mo y el exabrupto, sino que Candel, que es médico, empezó diciendo que el coronaviru­s era “un virus de mierda”. El activismo casi siempre provoca excesos, errores, demagogias y, sin duda, protagonis­mos desmedidos. Candel dice algunas grandes verdades, pero se olvida muy pronto de que es médico y acaba arruinando todas sus representa­ciones.

Capitanead­os por el compañero Carlos Ricardo Pérez, los médicos cubanos, no sé si voluntario­s, que llegaron a la Lombardía, a Crema, para luchar contra el coronaviru­s, también actuaron. El Gobierno cubano les obligó a descender del avión vestidos con batas de médico, y llevando en una mano una banderita cubana y en la otra, una banderita italiana. Aquello parecía querer demostrar que, más que un ejemplo de solidarida­d con Italia, la brigada médica Henry Reeve es sólo propaganda antigua y ofensiva por ser tan poco sutil.

Casi siempre la forma es el fondo.

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