Albóndigas con sepia
Eugeni de Diego (Terrassa, 1984) nunca había pensado que dispondría del tiempo para hacer de maestro de sus hijos Pol (de 4 años) y Xavi (de 2), con quienes está disfrutando el placer de jugar, de leer cuentos o ayudarles a perfilar las primeras letras del abecedario sobre un papel. Cuenta que ha pasado a los padres del cole y a los amigos los teléfonos de los proveedores más cercanos. “Porque todos querremos pagar antes a los empleados del restaurante que a los pobres proveedores, que siguen abiertos y empiezan a desesperar ante tantos impagos”. De Diego está completando el certificado para circular por la calle durante el estado de alarma, porque todavía no ha pasado por sus establecimientos, A Pluma, desde que cerraron y hoy quiere echar un vistazo para comprobar que todo está bien.
Piensa en la vuelta, y sabe que cambiarán las reglas del juego en la gastronomía, como en otros tantos sectores. Y que quien se adapte mejor tendrá éxito. “¿Pero qué será el éxito? Sólo sabemos que el modelo anterior no funcionó. Creo que nos hemos obsesionado en ser diferentes y yo ya no quiero ser distinto sino mejor en el sentido de tener una empresa más sostenible, más humana”. Para el chef, “a los que tenemos la suerte de estar hoy en casa y tener salud, la vida nos ha dado otra oportunidad y tenemos que aprovecharla sabiendo disfrutar de lo importante, que no son las cosas materiales sino algo mucho más esencial”. Piensa en la ostentación de algunos foodies que ahora le parece poco ética. “Como esos triple mortal de trufa, caviar y erizo que todo el día veíamos en Instagram, cuando hay quien lo está pasando fatal”. /