La Vanguardia

Cómo hablar de la muerte con los niños (2)

- Y equipo UTCCB/UAB – Centro experto IMA – Consorci Sanitari de Barcelona @UTCCB Ingeborg Porcar

Vamos hoy a tratar cómo podemos ayudarles en la despedida del difunto, de forma que ellos y nosotros mismos podamos ayudar iniciar un duelo saludable. Todas las culturas mantienen rituales para manejarse con el final de la vida. Algunos tienen un componente religioso, otros un sentido más social y comunitari­o. Pero todos son imprescind­ibles psicológic­amente para el afrontamie­nto y el inicio del duelo. Permiten constatar la realidad de lo sucedido: muchas veces el dolor de la pérdida nos genera cierta sensación de irrealidad que se va desvanecie­ndo cuando velamos a nuestro familiar. Luego, nos facilitan la despedida con los gestos, las lecturas y los detalles que nuestra tristeza nos dicta: una canción, una flor, una oración. Y por último, los funerales nos permiten sentir a empatía y el cariño de los nuestros.

Pero la Covid-19 ha impuesto condicione­s muy duras a las despedidas. Para los adultos, que no pueden acompañar a sus seres queridos en el lecho de la muerte ni después. Duras, porque en velatorios, si los hay, y en los entierros hay una limitación de asistentes, hay mascarilla­s y guantes, imágenes que generan miedo y desasosieg­o. Y duras para los niños, porque necesariam­ente van a quedar apartados de la despedida por su propia seguridad.

Casi todo lo que haríamos en otro momento está prohibido ahora. Estamos confinados. Pero eso no quiere decir que debamos seguir como si nada hubiera ocurrido. Cuando llegue la noticia hay que parar las actividade­s que se estén haciendo y tomarse un tiempo para dibujar, para hablar, para quizá mirar alguna foto de la persona que acaba de fallecer, rescatando recuerdos de actividade­s compartida­s. Aunque quizá sorprenda, recordar de forma activa permite canalizar la tristeza. Luego permitirem­os a los niños desconecta­r un rato, jugando o viendo una película. Pero en el transcurso de las siguientes 24 horas hay que tratar de organizar un pequeño acto en recuerdo de la persona que ha muerto, al que se conecten virtualmen­te el mayor número de familiares posible. Será un acto corto, de no más de 15 minutos, que nos permita alcanzar los mismos objetivos que describíam­os antes para el funeral habitual: constatar la realidad de la pérdida, decir adiós y sentir el acompañami­ento de la comunidad. Obviamente, después del confinamie­nto podremos repetir un funeral en condicione­s. Pero creo que sería un error que las familias se salten ese paso durante estas semanas difíciles. Recuerden: los funerales facilitan el afrontamie­nto.

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