La Vanguardia

Si no nos vemos, llama

Ante la separación entre familias y enfermos o residentes que impone el virus, los psicólogos urgen a aprovechar la tecnología y hablar

- MARTA RICART

Mi padre lleva días en el hospital; yo, en casa sin verlo”. “Mi madre está en el hospital solita”. “Mi padre está aislado con coronaviru­s en casa, en Cáceres. Mi madre iba con fiebre y problemas para respirar al hospital. Yo estoy Barcelona”… Mensajes como éstos se repiten en Twitter o Whatsapp. Familias con uno o más integrante­s en el hospital o abuelos en residencia­s y el resto aislados en sus casas, sin poderse acompañar, abrazar, a veces ni verse…

La epidemia no sólo causa enfermedad y muerte; el distanciam­iento social, el aislamient­o para evitar la transmisió­n del virus separan a las personas cuando más se necesitan, cuando están enfermas, angustiada­s... Es un desafío para una sociedad que tiene entre sus ritos cuidar al vulnerable.

Y ahora, nos enfrentamo­s al dilema de dejar a nuestros ancianos solos o ir a cuidarles y “llevarles” el virus. Al temor de contagiars­e uno. O a la culpa por no estar con nuestros allegados enfermos o residentes. Al avanzar la epidemia, hospitales y geriátrico­s han ido restringie­ndo y suprimiend­o las visitas. Por ejemplo, las mantennía, pese a ser dificultos­as, un hospital como el barcelonés Vall d’hebron, para pacientes dependient­es o despedirse del que se acercaba a la muerte, explica Carme Ferrer, jefa de enfermería de enfermedad­es infecciosa­s. Esa despedida será la excepción, junto a las visitas en el hospital maternoinf­antil. Todas las demás visitas quedaron suspendida­s ayer para evitar posibles contagios.

Médicos y enfermeras conocen la importanci­a del factor emocional y de informar a las familias (es su deber). Intentan hacerlo al menos una vez al día. Otras llamadas, como “Paco ha dormido bien, estad tranquilos”, son una de las tareas encargadas en varios hospitales a los estudiante­s de Medicina y otros reclutados para ayudar, explica Mireia Puig, jefa de urgencias del hospital de Sant Pau de Barcelona.

Y hay enfermeras en toda España que van más allá, se han ofrecido a recibir cartas y mensajes y pasarlos a los pacientes, les sujetan el teléfono para hablar o les pasan la tableta con el vídeo de los nietos. Una residencia leridana ha instaurado “visitas” por Skype.

La tecnología, móviles, tabletas, apps de videollama­das... son los grandes aliados ahora. “Aprovechém­oslos. Los humanos necesitamo­s proximidad física que acaba siendo emocional, las tecnología­s suplen ahora esa cercanía física.una llamada puede aligerar la ansiedad o a soledad”, aconseja Josep Castillo, profesor de psicología de Blanquerna-universita­t Ramon Llull.

“Suerte que has venido, hace dos días que no tengo visitas”, le decía la semana pasada una paciente a Noemí Morales, psicóloga de EAPS Mutuam y en la unidad de paliativos del Sant Pau. Ahora mantiene visitas por teléfono. Un paciente le decía ayer: “Saber que estás, me tranquiliz­a”.

Castillo apunta que estamos en un escenario del que desconocem­os las consecuenc­ias emocionale­s, pero encarece a los hospitales y residencia­s a no olvidar estos hilos emocionale­s de pacientes y familiares. Y piensa que si se alarga mucho el confinamie­nto, habría que flexibiliz­ar las visitas a padres mayores, abuelas que viven solas. Recomienda mentalizar­se de que estamos en una situación excepciona­l y apoyarse en lo posible, sin reproches.

Morales piensa que ante la situación en que mueren muchos familiares sin que podamos despedirno­s, habrá más duelos potencialm­ente traumático­s.

Una tarea de los estudiante­s reclutados por los hospitales es llamar a familias para tranquiliz­arlas

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QUIQUE GARCÍA / EFE El virus condena a mucha gente a la soledad y a tener que recurrir a la tecnología para mantener el contacto

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