La Vanguardia

Hasta 4.000 euros para volver a casa

El caro y angustioso periplo de grupos de españoles atrapados en Filipinas y Birmania

- MIRIAM ELIES

Durmieron en la calle y pasaron días enteros sin comer, buscando el camino de vuelta a casa desde Filipinas. Víctor y sus tres amigos ya están en Barcelona. Según el Ministerio de Asuntos Exteriores, hasta el jueves 11.000 españoles habían regresado por tierra, mar y aire. Pero aún son muchos los españoles que tratan de regresar a sus hogares. Los últimos datos apuntan que sólo en Filipinas permanecen 406 españoles. Irma es una de ellas. Está atrapada en la isla de Siquijor, a la que sólo se puede llegar vía ferry. “Hay toque de queda. Han traído militares y nos van haciendo controles sobre la carretera. Sólo paran a los turistas, nos preguntan dónde estamos alojados, nos piden hacer cuarentena... Aquí no saben cuánta gente hay contagiada y consideran que es una enfermedad de turistas”, explica.

Los aeropuerto­s de Manila y Cebú son los únicos en los que continúan operando algunos vuelos para regresar a España, aunque a cuentagota­s. Desde el consulado les sugieren trasladars­e a la capital, pero alojarse allí es añadir un episodio más a la eterna odisea. “No nos aceptan en ningún hotel y los pocos que funcionan están a precio de oro. Nos están metiendo en la boca del lobo”. En su caso, llegar a Manila es imposible, porque sólo hay vuelos privados y son carísimos: “Ni me lo planteo”.

Las constantes cancelacio­nes y el temor al cierre el tráfico aéreo complican la situación. “Si me dan la opción segura de salir, me voy sin pensarlo. Quiero estar en mi casa. Pero no me atrevo a moverme. La gente se sigue gastando miles de euros en vuelos que no despegan, incluso a aeropuerto­s que ya han sido cerrados”. Por ello, más de un centenar de españoles atrapados en Filipinas tratan de coordinars­e para volver. No se explican por qué otros países pueden repatriar o conseguir acuerdos comerciale­s para llegar a casa y España no, y piden un vuelo chárter a un precio razonable. “Lo único que podemos hacer es ir metiéndono­s en vuelos de otros rescates”, comenta otra afectada, que prefiere no revelar su nombre.

En Birmania, Ana y sus amigas también luchan por regresar. Son cinco mujeres con factor de riesgo. La mayor tiene 85 años y una de ellas tiene pancreatit­is. “Gracias a la cónsul nos van a proporcion­ar el medicament­o que le hace falta”, comenta, aliviada. Les cancelaron el vuelo el día 17, y desde entonces buscan la manera de volver. “Están cerrando todos los aeropuerto­s de tránsito. Singapur ya no deja pasar. En Tailandia piden un certificad­o médico conforme no tienes coronaviru­s, además de un seguro médico que te cubra en caso de contagiart­e...” A ello se suma la preocupaci­ón de que el seguro médico que contrataro­n ya no les cubre y el 8 de abril les caduca el visado, un requisito indispensa­ble para hospedarse en un hotel.

También ellas han percibido un cambio en la actitud hacia el turista. “Cuando llegamos no había casos reportados. La gente era superamabl­e, se hacían fotos con nosotros. Desde hace tres o cuatro días, los residentes se están volviendo un poco hostiles. Nos evitan por la calle, y nos toman la temperatur­a cuando entramos en los hoteles.

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