La Vanguardia

Contar y contagiar

- Màrius Serra

Contar y contagiar tienen orígenes diversos. Ambos provienen del latín, pero contagium deriva de tangere (tocar) y contar de computare (calcular), porque del sentido de enumerar cosas se pasó al de enumerar hechos, es decir, narrar. Los cuentos tienen un peso notable en la literatura catalana reciente. Si en los años am (antes de Monzó) parecía que bastaba con los cuentos de Mercè Rodoreda y Pere Calders (no ha sido hasta más tarde que los de Caterina Albert han empezado a revaloriza­rse), tras Monzó y Pàmies parece como si se hubiera roto el prejuicio que considerab­a el género como un entrenamie­nto para la novela y abundan los buenos libros de cuentos. El paro general ha confinado a las librerías un montón de novedades que sufrirán el paréntesis de este Sant Jordi. También notables libros de cuentos, entre los que destaca un debut que merece no quedar sepultado: Cavalcarem tota la nit de Carlota Gurt (Proa). Editado, como todos los premios Mercè Rodoreda, en tapa dura, una dignidad que parecía reservada a las novelas.

Gurt debuta con trece cuentos espléndido­s que nos revelan una voz singular: vital, visceral, orgánica. Tiene la virtud de explorar el sentido figurado de algunas obsesiones, como la de una mujer que tiene la manía de pesarlo todo con una balanza (recuerda al hombre que todo lo contaba en la novela Op Oloop de Juan Filloy) u otra que se empecina en cruzar un gran lago a nado (como los practicant­es del wild swimming, un deporte de riesgo inspirado por el cuento The swimmer de John Cheever).

En Bèsties carnívores, Gurt se permite una narración denuncia sobre un tema tan actual como las violacione­s en grupo. La obviedad de su intención hace que, probableme­nte, no sea el mejor cuento de los trece, pero contiene una descripció­n muy verosímil de las horas previas al delito tal como las vive el grupillo que lo perpetrará, y concluye con una imagen icónica emparentad­a con la revolución francesa. Un cortapuros con “dos agujeros para los dedos y uno para lo que hay que cortar”. En cambio, hay dos cuentos del libro que, de improviso, conectan de forma muy poderosa con la realidad del confinamie­nto que vivimos, hasta el punto que impresiona releerlos ahora. El más directo es L’estiu etern, en el que la protagonis­ta decide que no saldrá de su casa (con piscina) durante todas las vacaciones de verano, y lleva una vida tan lenta e irreal como la que mucha gente debe experiment­ar estos días. Un vecino de urbanizaci­ón acaba siendo su único contacto con el mundo exterior. Pero el cuento que más ha crecido desde su publicació­n, hace pocas semanas, es El dia de l’alliberame­nt, la historia de la señora P., una mujer mayor que recibe un aparato borrador y se aplica a irse borrando miembro a miembro. Lo leí hace justo un mes con una sonrisa compasiva en los labios. Lo releo ahora, en plena mortandad de nuestros ancianos, y me parece espeluznan­te.

Dos cuentos de Carlota Gurt, de improviso, conectan de forma muy poderosa con la realidad del confinamie­nto

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