Un intelectual europeo
De València a Roma, a Düsseldorf, París y Madrid. Entre los quince y los treinta y cinco años Joan F. Mira definió su vocación: observar la variedad del mundo y dar cuenta de ella en estudios de antropología social, narraciones, novelas y ensayos
JULIÀ GUILLAMON
Joan F. Mira (València, 1939) es uno de los grandes. Novelista (les recomiendo la trilogía formada por Els treballs perduts, Purgatori y El profesor d’història y también Els cucs de seda y El desig dels dies), antropólogo social, articulista, polemista y, en los últimos años, autor de nuevas traducciones de La divina comèdia y L’ Odissea. Es un escritor singular y este segundo volumen de sus memorias (El tramvia groc, que relataba la infancia en una alquería en el Camí Reial de Madrid, en las afueras de València, se publicó en el 2013) ayuda a entenderlo.
Arranca el 1954. Mira tiene quince años y su padre muere inesperadamente. La precaria situación familiar y un incipiente misticismo le llevarán a estudiar, primero en la Escuela Pía, más tarde a realizar el noviciado en Yecla, e iniciar su trayectoria de fraile júnior en el monasterio de Irache y terminar en la Universidad Gregoriana de Roma.
Ahí se forja el carácter de Mira, introspectivo, lucha sin demasiado éxito (él mismo lo reconoce al final de uno de los capítulos) contra la vanidad. De ahí saldrán argumentos novelescos como por ejemplo
Purgatori, que, entre otras cosas, trata de la incapacidad de amar. Para los lectores de Mira es apasionante establecer conexiones entre memorias y novelas. En uno de los capítulos explica un día, cuando trabajaba en Un estudi d’antropologia social al País Valencià: els pobles de Vallalta i Miralcamp (1974), que salió al toro embolado. Es la base de la novela El bou de foc. Los mosaicos de la estación de València aparecen en Viatge al final del fred. La cartuja de Portaceli y Guinea Ecuatorial, en Purgatori, La idea de Roma como ciudad ideal está en la base d’els treballs perduts.
Tots els camins duen a Roma reconstruye la formación de un intelectual europeo. Los años juveniles (como sucede en las memorias de Sagarra) están contados con mucho detalle. A medida que avanza, las
En su época de noviciado y de fraile júnior se forja su carácter: introspectivo, lucha sin demasiado éxito contra la vanidad
piezas son más pequeñas y fragmentadas, lo que provoca una cierta asimetría. Acompañamos a Mira en una segunda estancia en Roma, en unas páginas fellinianas. Y más tarde a Düsseldorf, donde trabaja dos veranos. Al Ensanche de València (otro de los escenarios de Purgatori), donde encuentra a una protectora. A París, donde se entrevista con John Beattie y Claude Lévi-strauss. Y a Madrid, donde se relaciona con Carmelo Lisón, uno de los referentes de la antropología social española (que acaba de fallecer). Tots els camins acaba con la muerte de Franco. Mira acababa de debutar como novelista e investigador: tenía treinta y cinco años.
La humildad de los orígenes familiares, la oportunidad de adentrarse en el mundo de la filosofía, la música o el arte, en su época de escolapio, la necesidad de buscarse la vida y el carácter un poco aventurero explicanl aposición y la obra de Mira. Me lo he leído en un suspiro. Y espero que ustedes lo busquen, lo lean y les resulte tan reconfortante su lectura como a mí. En versióne-booky dentro de unos días, si aún no lotienen,enpapel.
Joan F. Mira
Tots els camins
PROA. 384 PÁGS. 19,50 EUROS. 9,49 E-BOOK