Cinco momentos de una epidemia vistos por el arte
Desde los hiperbólicos padecimientos de las víctimas de la peste en pinturas que sumaban una función admonitoria a las plegarias a los santos pintadas por los maestros, la nueva era con el desarrollo de las vacunas o las movilizaciones contra el sida, la creación ha reflejado las plagas
El arte ha retratado y ha sido víctima y testigo de las plagas que ha padecido y padece la humanidad desde hace más de cien mil años; víctimas, porque los artistas han sufrido en sus carnes, en las de sus familias y sus conciudadanos las sucesivas embestidas de la enfermedad, e incluso algunos, como Hans Holbein el Joven o Tiziano, sucumbieron a ellas: del primero se piensa que su muerte en Londres en 1543 se debió a la peste, el segundo murió en Venecia en el brote de peste negra de 1576. Testigos, porque sus obras reflejan la manera cómo sus sociedades enfrentaron las epidemias y la manera de resolverlas, o de intentarlo, desde las supersticiones medievales al refugio de la religión, los hospitales y ya en los últimos tiempos las vacunas y las campañas de concienciación social. Entre las danzas de la muerte del siglo XIV y el sida en el último cuarto del siglo XX la medicina, pero no sólo ella, ha condicionado la manera de ver y vernos en el momento en que más frágiles somos.
La peste y sus representaciones son, efectivamente, lo primero que viene a la memoria cuando se habla de arte y plaga. Ahí están Bruegel el Viejo o el Bosco para recordarnos los males que acechan a la humanidad cuando se aparta del buen camino; los hiperbólicos padecimientos de los personajes en El triunfo de la muerte (Bruegel, 1562) hermanan a ricos y pobres y reyes y vasallos y se inspiran en las sucesivas epidemias que vivió Europa desde la llegada en 1347 a Italia de la llamada muerte negra o peste bubónica. Durante trescientos años la peste, la viruela o el cólera (que posiblemente fue la causa de la muerte del Bosco en 1516) se ensañaron con las poblaciones europeas, pero fue en esas mismas sociedades y momentos históricos en las que florecieron maestros como Miguel Ángelo, Tintoretto, Van Dyck... que vivieron buena parte desus existencias bajo la amenaza de las epidemias. Y así lo vemos en las representaciones artísticas u otros documentos, como la enciclopedia Omme Bonum elaborada en Londres en el siglo XIV, que incluye ilustraciones sobre la atención a víctimas de la peste o la lepra.
Si las pinturas y grabados hasta entrado el renacimiento tenían un importante componente didáctico en su vertiente admonitoria, el barroco mostraría ya sin ambages y de una manera más realista los efectos de la peste o el cólera en ciudades que llegaron a perder una tercera parte de sus habitantes, como Florencia. Caravaggio en su Siete obras de misericordia (1606) enfatiza cómo una de las obligaciones de la cristiandad es dar sepultura a los muertos, algo que en momentos álgidos de la plaga se acababa realizando en fosas comunes en Florencia y no sólo allí. Al mismo tiempo, grandes maestros consagraban obras a determinados santos que podían ayudar a las localidades de las que eran patronos/as durante una epidemia; un ejemplo es San Roque curando a las víctimas de la plaga, de Tintoretto, 1549. San Roque fue considerado un protector frente a las plagas porque él mismo había sobrevivido a la peste.
El salto temporal nos lleva a las vacunas, empezando por la temida viruela, y a la conversión de los hospitales en centros a los que las personas acuden a curarse; hasta entonces, eran lugares a los que se acudía para el aislamiento y ser cuidados en los últimos momentos. Pero de nuevo una epidemia golpea con una fuerza ya inusitada: la gripe de 1918. El pintor Gustav Klimt sería una de las primeras víctimas de la plaga: murió el 6 de febrero de 1918 a los 55 años. También sucumbió a la influenza el austriaco Egon Schiele, el 31 de octubre del mismo año y a muy temprana edad: 28. Pero fue un superviviente, el noruego Edvard Munch, quien dejaría para la posteridad una serie de autorretratos en que muestra los cambios físicos provocados por la gripe.
La irrupción de la sociedad no ya como víctima o como grupo penitente sino como parte activa en la lucha contra la enfermedad se produjo especialmente en la batalla contra el sida. El arte así lo ha reflejado. Lo que viene ahora es territorio desconocido. |