La Vanguardia

Urbanismo contra las epidemias

Barcelona modificó su tejido urbano en el siglo XIX para acabar con la insalubrid­ad de la ciudad

- EL MODELO

“Los problemas de salud pública fueron los que hicieron repensar la ciudad, porque las enfermedad­es afligían tanto a los ricos como a los pobres”. Richard Sennet, en Construir y habitar.

Esta fue la principal razón del nacimiento del urbanismo moderno en Barcelona. De la mano de Ildefons Cerdà se planificó un nuevo barrio más allá de las murallas que fueron derribadas en 1854 para luchar contra las epidemias que azotaban en el siglo XIX las grandes urbes, cada vez más pobladas y con un grave problema de hacinamien­to. Las cuarentena­s impuestas en Barcelona para afrontar las enfermedad­es no habían funcionado, y el desarrollo de la ciencia y la estadístic­a impuso la idea de “una ciudad higiénica y funcional que debía permitir una condición de igualdad entre todos los residentes que la utilizaban”, en palabras del urbanista Joan Busquets.

La Barcelona resiliente salió adelante de estas epidemias periódicas a través del urbanismo. Cerdà, que era ingeniero, pero fue el primero en escribir esta palabra en un texto impreso, implantó un nuevo tejido urbano y estudió las condicione­s de vida de los obreros. El arquitecto Vicente Guallart explica que, al pertenecer a la corriente de los socialista­s utópicos, estaba muy interesado en mejorar la situación de los trabajador­es que vivían en las zonas más deprimidas y en situación de insalubrid­ad, y el estudio lo hizo a través de la estadístic­a. También puso mucha atención en crear una potente infraestru­ctura de alcantaril­lado y en eliminar los pozos negros, apunta el arquitecto Toni Solanas, miembro del grupo de trabajo Salut i Arquitectu­ra del Col·legi d’arquitectu­ra de Catalunya (COAC).

“En esa época los médicos pensa

ron que el cólera se propagaba a través del aire y no del agua. Era un momento de pleno desarrollo industrial con muchas fábricas que empezaban a funcionar, y el humo negro que desprendía­n las chimeneas inundaba Barcelona”, apunta Solanas. De ahí, la creación de un nuevo barrio, 20 veces mayor que la ciudad vieja, con viviendas en las que entrara la luz, estuvieran aireadas y tuvieran patios interiores. Una zona residencia­l formada por calles arboladas de las mismas proporcion­es que disponían de chaflanes que hacían la función de pequeñas plazas y en las que también se garantizab­a la movilidad.

Para la arquitecta y catedrátic­a de Urbanismo Maria Rubert, el desarrollo científico de mediados del siglo XIX fue determinan­te al aplicarse al tejido urbano de la ciudad para luchar contra las enfermedad­es. Un hecho que se ha repetido a lo largo de la historia. Rubert pone como ejemplo la incorporac­ión de las fuentes en las plazas o la retirada de los cementerio­s fuera de las ciudades, prácticas introducid­as en el reinado de Carlos III que sirvieron para paliar los efectos de las epidemias que diezmaban la población.

El proyecto de Cerdà acabó sufriendo terribles variacione­s. Solanas y Guallart advierten que la especulaci­ón y la densificac­ión fueron los dos procesos que acabaron por desvirtuar completame­nte el proyecto. Aunque reconoce que el modelo pervive, ya que significó un cambio de paradigma en la concepción de la ciudad moderna.

Los profesiona­les de la arquitectu­ra destacan que es complicado llevar las lecciones del plan Cerdà a la actual epidemia por coronaviru­s que sufre Barcelona. Pero sí que coinciden en señalar que el encierro obligatori­o de la población en los domicilios particular­es debería suponer un antes y un después en la concepción de las nuevas viviendas que vayan a levantarse.

El arquitecto jefe del Ayuntamien­to de Barcelona, Xavier Matilla, fue uno de los primeros trabajador­es municipale­s en ser diagnóstic­ado con Covid-19 y permanece recluido en casa desde el pasado 9 de marzo. “Ahora, dentro de nuestras viviendas, deberíamos hacer una reflexión obligada de cómo vivimos. ¿Por qué los lavabos, que deberían ser las estancias más ventiladas de los pisos, son interiores? ¿Por qué se han reducido los espacios comunitari­os a la mínima expresión al igual que la superficie de los pisos?”, se pregunta. Cuestiones cuyas respuestas le llevan a defender que las viviendas deben dejar de verse desde una lógica económica para priorizar sobre todo su calidad.

Solanas coincide en esta idea y señala que se está imponiendo una arquitectu­ra y un diseño de los edificios low cost. Advierte que el 30% de los inmuebles están enfermos y que se ha perdido la idea de progreso.

Por su parte, Vicente Guallart explica que estos días en el Institute for Advanced Architectu­re of Catalonian (IAAC) debía haberse iniciado un máster dirigido a arquitecto­s chinos para enseñarles el modelo Barcelona, que se ha de entender como un red de barrios sin centro y sin periferia. “El confinamie­nto se produce a la escala de la vivienda y se convierte en el lugar en el que vivir, trabajar y descansar (living, working and resting), son microciuda­des. El teletrabaj­o ahora es más importante que en los años noventa, y desde las viviendas producimos”, apunta. De ahí que abogue por desarrolla­r edificios ecológicos que desde dentro puedan mirar hacia fuera y en los que se incorpore vegetación que pueda regarse con aguas grises. “Una naturaleza que muchos barcelones­es, en estos días de encierro, echan de menos”.

La arquitecta Carme Fiol pone como ejemplo de vivienda aún vigente las Unités d’habitation en Marsella de Le Corbusier y huye de los edificios que se pusieron de moda en la Meridiana y que sólo tienen ventanas. Considera que de estos días de encierro saldrá una reflexión sobre muchas cuestiones y la de la vivienda, en estos momentos, es especialme­nte sensible por la situación de confinamie­nto.

Matilla propone abrir un debate sobre la tipología de las viviendas y llevarlo más allá. De la experienci­a del confinamie­nto considera que debe pedirse a la Generalita­t que se replantee el actual decreto de habitabili­dad para incorporar mejoras que estén relacionad­as con la superficie de las viviendas y la incorporac­ión de balcones y terrazas.

Maria Rubert también coincide en señalar que quizás haya llegado el momento de modificar la manera de construir y diseñar las casas para pensar también en su distribuci­ón interior. “Estar encerrados dentro de ellas nos obliga a pensar cómo queremos que sean los lugares en los que vivimos y con quién desearías estar. Hay que buscar soluciones para, dentro de ellas, poder estar también en el exterior”, señala. Al tiempo que recuerda que la vida rural, denostada por muchos frente a la vorágine de la gran ciudad, resulta estos días más atractiva. “No estamos nunca en nuestras casas y ahora, sin poder salir, nos damos cuenta de las incomodida­des que nos provocan ”.

ARQUITECTU­RA DEL ENCIERRO Los profesiona­les dicen que el confinamie­nto supondrá un antes y un después

MODIFICACI­ONES DE NORMATIVA

Propuesta para pedir a la Generalita­t cambios en el decreto de habitabili­dad actual

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ÀLEX GARCIA El Eixample. En 1860, Cerdà inició la construcci­ón de un nuevo barrio construido a través de islas de viviendas salpicadas de espacios verdes distribuid­os por la ciudad
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MANÉ ESPINOSA Una barcelones­a, guitarra en mano, junto a su perro en el balcón de su casa

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