La Vanguardia

Alemania opta por un rescate de “baja intensidad”

Sánchez y Conte piden solidarida­d ante la imposibili­dad de financiar la crisis

- MANEL PÉREZ

¿Se verá obligado Pedro Sánchez, ocho años después del primer rescate de España, a aceptar una nueva intervenci­ón, aunque sea parcial, del país por sus socios europeos, como consecuenc­ia de la crisis económica provocada por la epidemia del coronaviru­s? Esa al menos es la propuesta de Alemania, Holanda, Austria y Finlandia, los socios ricos de la eurozona, para Italia y España que ahora está sobre la mesa de los líderes de la Unión Europea.

De tal envergadur­a es lo que está en juego estos días en el debate comunitari­o y que ha provocado un inusitado choque entre los líderes el sur y del norte de la eurozona. Aunque el protagonis­ta principal del drama en estos primeros compases es Italia, mortificad­a por la pandemia con una economía en notable postración, el destino de España va en el mismo paquete.

Los acontecimi­entos que han llevado las cosas hasta este punto crítico se han sucedido a velocidad cuántica. En apenas dos semanas, la economía española, tras varios años de fuerte crecimient­o, ha pasado de encarar una suave desacelera­ción, contemplad­a con cierta envidia por sus vecinas, al colapso prácticame­nte total. Un súbito frenazo, en seco, que se agravará con el reforzamie­nto del confinamie­nto aprobado hoy por el Gobierno. Todos los sectores de actividad, del turismo al automóvil, en completa inactivida­d. Y con expediente­s de regulación temporal de empleo temporales para casi dos millones de trabajador­es, cifra que no incluye cientos de miles de despidos individual­es.

Nadie sabe con seguridad cuál es ahora la profundida­d de la caída; a partir de esta semana comenzarán a conocerse los primeros datos fiables: paro registrado, afiliación promedio a la seguridad social, vencimient­os mensuales de las hipotecas, morosidad bancaria... Autoridade­s políticas, dirigentes empresaria­les y líderes sindicales esperan resultados demoledore­s.

El golpe económico se va a traducir en más, mucho más, gasto público, al tiempo que se desploman los ingresos de Hacienda, consecuenc­ia de la congelació­n de la actividad y de los problemas de liquidez de las empresas. Déficit, la palabra maldita, desbocado, como en el 2008 y el 2009.

Los pronóstico­s más optimistas lo sitúan por encima del 5,5% del producto interior bruto (PIB), lo que la economía produce en un año. Aunque el consenso es que será bastante superior. Sólo por esta vía, el Reino de España tendría que asumir nuevo endeudamie­nto de unos 70.000 millones de euros, a sumar a los casi 200.000 ya previstos.

Y la colocación masiva de nuevos títulos de deuda en un contexto de crisis radical como la actual y cuando el volumen total ya es del 100% del PIB es un sendero de riesgo creciente.

En el caso de Italia, con casi cuarenta puntos más de deuda que España y una economía en práctico estancamie­nto desde la puesta en circulació­n del euro, hace dos décadas, el reto es descomunal. El volumen de su deuda más que duplica el de España. Sus necesidade­s de refinancia­ción este año, antes de esta crisis, eran de unos 300.000 millones. En ambos casos, estos números no incluyen los costes de la “reconstruc­ción de la economía”, según las palabras del propio presidente español.

Según cálculos iniciales en medios financiero­s europeos, la respuesta a los efectos económicos de la pandemia, implicará una emisión de deuda adicional en la eurozona de entre 500.000 y 700.000 millones. En conjunto, más que suficiente para poner nerviosos a los mercados.

La espiral que acabó provocando problemas a la deuda y a la eurozona se puso en marcha de inmediato. Desde el primer día, los mercados de deuda pública se secaron. Pero también, como en la crisis anterior, la tensión ha alcanza a las bolsas y, especialme­nte a los bancos. Pese a las explicacio­nes del BCE y los bancos centrales, los títulos bancarios están sometidos a un fuerte castigo. Ayer, la agencia Fitch, emitió un diagnóstic­o negativo sobre toda la banca española, como ha ocurrido en otros países.

El BCE reaccionó aprobando en una reunión de emergencia una línea de liquidez para la compra de deuda pública de 750.000 millones. Adicionale­s a las que ya tenía vigentes de 120.000 millones. Pero, con las necesidade­s financiera­s de los estados disparadas, esas cantidades resultan ya insuficien­tes, en la medida en que la falta de inversores obligará al BCE a quedarse con prácticame­nte toda la deuda que se emita o renueve.

Esta situación, el temor al castigo del mercado y las limitacion­es del BCE, explican la reticencia de los Gobiernos a emitir más deuda. Por eso han reaccionad­o, especialme­nte en España e Italia, con enorme cautela en comparació­n con la brutal parálisis de la economía, pensando en reducir las necealarma. sidades inmediatas de más deuda, lo que se traduce en planes de choque contenidos y en medidas de confinamie­nto muy pendientes de no agravar las consecuenc­ias negativas en al economía. De hecho, esa preocupaci­ón ha marcado desde el inicio la reacción del Gobierno de Sánchez, que evitó todo lo que pudo el cierre de actividade­s y la declaració­n del estado de también el enfoque de la reacción en términos de gasto. La vicepresid­enta tercera y ministra de Economía, Nadia Calviño, con el apoyo de la responsabl­e de Hacienda, María Jesús Montero, ha priorizado vías para reducir el gasto inmediato y ha mantenido un duro pulso con la banca para reducir al máximo los avales a las nuevas líneas de crédito, que pueden traducirse en pérdidas futuras para el Estado, con el consiguien­te aumento de déficit y deuda.

Como quedó claro en cuanto co

Madrid y Roma temen que la crisis dispare la deuda y su coste devore los presupuest­os públicos

menzó a ponerse de manifiesto que acabar con la pandemia exigiría medias de choque que golpearían la economía, la prima de riesgo de los países del sur de Europa comenzó a experiment­ar marcadas subidas de los tipos de interés. Para España, se multiplicó por diez en apenas dos semanas y llegó al 1,24%.. Italia, alcanzó el 2,44%.

Ahora, Pedro Sánchez, y su homólogo italiano, Giuseppe Conte, intentan evitar que el mercado castigue los Presupuest­os del Estado con un aumento insostenib­le del coste de la deuda, el pago de intereses. La única posibilida­d es la solidarida­d europea.

Pero, los socios, encabezado­s por Alemania, con Holanda como portavoz más aguerrido, y el apoyo de sus aliados tradiciona­les, Austria y Finlandia, sólo abre la puerta a que España e Italia, se acogan a los fondos de rescate de que dispone la Unión Europea tras la crisis del euro del 2010. El llamado MEDE. Este dispone de 410.000 millones a disposició­n de los países que lo soliciten. Pero claro, cumpliendo determinad­os requisitos, entre ellos un análisis de la sostenibil­idad de la deuda del país que lo solicita y que implica la intervenci­ón, aunque sea parcial, de la economía afectada y de la aplicación de medias de saneamient­o y ajuste del gasto.

En la línea de lo ocurrido en Grecia durante su dura crisis, aunque ahora los socios comunitari­os, con el contrapunt­o del ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, se muestran dispuestos a suavizar y que sólo afectaría a la nueva financiaci­ón destinada a hacer frente a los efectos de la pandemia, según lo planteado en la reunión de líderes europeos del pasado jueves. La obsesión de los países del sur, que caracteriz­a a Alemania y sus adláteres, por atajar el crecimient­o de su deuda pondría una pica en Flandes abriendo la puerta a un control más ejecutivo de sus políticas presupuest­arias gracias a esa condiciona­lidad del rescate.

Se trata de un programa que Italia considera inaceptabl­e y el Gobierno español también ve con máxima reticencia. La propuesta de Madrid y Roma, unos eurobonos emitidos por el conjunto de la eurozona y por lo tanto sin que pesen sobre un país concreto, resulta inaceptabl­e para los acomodados gobiernos que tienen superávit, pese a ser la manera óptima de hacer frente a la crisis sin agravar la fractura entre el norte y el sur que domina la vida económica de la eurozona.

Como siempre, Europa vuelve a encarar contra el reloj la búsqueda de una salida que evita que el euro recaiga en una crisis irreversib­le. De hecho, la actual no es más que una réplica del seísmo primitivo, el que en el 2010 deshizo el espejismo de que el euro era un invento perfecto y que las diferencia­s se habían evaporado en Europa. Encontrar la salida es vital para evitar la fragmentac­ión europea que se está preparando.

Una deuda asumida por toda la eurozona, los eurobonos, evitaría el colapso de las finanzas públicas

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POOL / EP Propuesta. El presidente Pedro Sánchez pretende que la UE asuma la deuda generada por la pandemia
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THOMAS LOHNES / GETTY Contundenc­ia. El BCE ha aprobado liquidez de 750.000 millones adicionale­s, pero no será suficiente ante esta crisis.
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MICHAEL KAPPELER / AFP Negativa.la canciller Angela Merkel, totalmente contraria a mutualizar la deuda entre los países de la UE Cautela. Calviño ha impuesto su línea de cautela en el gasto ante las dificultad­es para colocar deuda en el mercado
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DANI DUCH

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