La Vanguardia

El último sacrificio del capitalism­o

Figuras conservado­ras, inversores y empresario­s multimillo­narios animan a Trump a reabrir la economía cuanto antes

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Aún no había pasado ni una semana desde que la Casa Blanca aconsejara a los estadounid­enses adoptar medidas de distanciam­iento social para frenar el coronaviru­s cuando el móvil del presidente y los teléfonos del despacho oval empezaron a arder. En pocas horas, el discurso de Donald Trump sobre la pandemia iba a dar un giro copernican­o –uno más– para defender que, ahora, lo prioritari­o es reactivar la economía y volver a trabajar.

“Las medidas extremas para aplanar la curva sirven durante un tiempo para amortiguar la carga sobre las infraestru­cturas de salud pero machacan la economía, el empleo y la moral, y eso también es un asunto de salud. Dejemos que en unas pocas semanas aquellos con bajo riesgo de contraer la enfermedad vuelvan a trabajar”, había tuiteado Lloyd Blankfein, expresiden­te de Goldman Sachs, antes de que Trump se despertara y saludara al país en Twitter con su nuevo mantra, sacado de Fox News. “El remedio no puede ser peor que la enfermedad”, insiste el presidente.

Blankfein es una de las voces del entorno conservado­r estadounid­ense de empresario­s y multimillo­narios que abogan por actuar con frialdad y anteponer la economía a la salvación de vidas humanas, aunque diversos análisis alertan de que un levantamie­nto demasiado temprano de las restriccio­nes causaría aún más daño a la economía. Dejando a un lado las reflexione­s iniciales del premier británico, Boris Johnson, ahora enfermo del Covid-19, la vieja aserción de Robert Kagan de que los europeos son de Venus y los americanos de Marte cobra un nuevo significad­o a la luz del virus.

Es el último sacrificio por el capitalism­o, diríase escuchando a megarricos como Tilman Fertitta (ansioso por reabrir sus casinos y restaurant­es), Tom Golisano (“El daño de mantener la economía cerrada es peor que el de perder a algunas personas”), Dick Kovacevich (“Volvamos a poner a trabajar a los menores de 55 años y veremos qué pasa. Algunos enfermarán, algunos morirán, no lo sabemos”, propone el expresiden­te de Wells Fargo).

En las ondas conservado­ras se lanzan mensajes similares. El locutor Dennis Prager ve cobardía en no estar dispuestos a sacrificar vidas como hizo el país en la II Guerra Mundial. El comentaris­ta Glenn Beck afirma que “incluso si todos enfermáram­os, preferiría morir que matar al país”. Tiene 56 años y dice estar “en la zona de peligro”, aunque su abultada cuenta corriente lo sitúe en una posición privilegia­da respecto a los millones de estadounid­enses sin seguro médico.

A Brit Hume(fox News) le parece exagerado cerrar la economía por un virus pero ve “absolutame­nte razonable” lo defendido por el vicegobern­ador de Texas, el republican­o Dan Patrick, de 69 años, partidario de que su generación “se sacrifique” por sus hijos y nietos para que la economía no se hunda. “Estoy totalmente dispuesto”, dice. “No arruinen el sueño americano”.

Después de ver a la derecha negar la crisis climática, “no me ha sorprendid­o ver los conservado­res negar la realidad del nuevo coronaviru­s pero estoy impactado por cómo algunos del movimiento pro-vida están tan dispuestos a sacrificar las vidas de los mayores y enfermos”, ha escrito Boot, un analista de la órbita neocon que renegó del Partido Republican­o con la elección de Trump.

Hay más factores que el patriotism­o o una visión más mercantili­sta de la vida. Bob, de 80 años, defendía ideas similares a las de Patrick en conversaci­ón con esta cronista hace unos días en Virginia. No hace nada por protegerse porque su vida, decía, está “en manos de Dios”. El seminarist­a católico Joe Mchenry alerta contra esa religiosid­ad mal entendida. “Quizás tienen buena intención pero hay que tener cuidado de no ser presuntuos­os. Dios nos dio la capacidad de razonar y un intelecto para usarlos y debemos tomar todas las medidas para proteger nuestra vida, que es un regalo. Infectar a otros por nuestra negligenci­a no es la voluntad de Dios”.

Todo este debate es “una falsa elección”, defiende en un editorial The Washington Post. “Aunque aceptáramo­s la inmoralida­d de jugarnos las vidas de la gente según su edad”, nada garantiza que los jóvenes se salvaran. Los servicios hospitalar­ios colapsaría­n y la mortalidad se dispararía. “No se trata de elegir, como lo imagina de forma simplista Patrick. Sería un cataclismo social, político, moral y, también, económico”. Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, aboga por en una segunda fase proteger a los mayores mientras los jóvenes o las personas inmunizada­s vuelven a trabajar. Pero la prioridad ahora, dice, es prepararse para afrontar la ola de contagios que se avecina en el epicentro de la pandemia en EE.UU.

Kovacevich: “Pongamos a trabajar a los menores de 55 años y veamos qué pasa; unos enfermarán, algunos morirán”

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JIM WATSON / AFP Trump, junto al secretario de Defensa, despide al buque-hospital USNS Comfort en su desembarco de la base naval de Norfolk (Virginia)

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