La Vanguardia

Estraperli­stas 3.0

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Glòria Serra

Vuelve el estraperlo, el mercado negro de los productos de primera necesidad

Las farmacias están recibiendo llamadas y correos de oscuros distribuid­ores ofreciendo mascarilla­s, líquido desinfecta­nte o guantes a 10 o 100 veces su precio. El infinito no tiene límites en el cielo de los avaros. Los gobiernos y las administra­ciones también son sus víctimas. Desde los tests defectuoso­s del Gobierno español tramitados por un intermedia­rio hasta el contrato de 35 millones de euros en material sanitario a pagar a tocateja y que la Generalita­t denunció como estafa. Aunque ha retirado la denuncia, también se trataba de un intermedia­rio totalmente novel en ese terreno. Estos son los intentos de estafa al por mayor, también los hay al detalle, como las 12.000 páginas web detectadas por la Policía Nacional sobre el coronaviru­s preparadas para vender productos falsamente milagrosos.

Vuelve el estraperlo. Una palabra generaliza­da tras la Guerra Civil para el mercado negro de los productos de primera necesidad. Se hacía estraperlo con el pan blanco, los huevos, el aceite, la carne. Todo lo que estaba racionado. Muchos destacados dirigentes del régimen se hicieron ricos. Y algún avispado que medraba regalando sobornos en metálico y en especie. El estraperlo fue interno y externo, en los pueblos cerca de la frontera francesa les pueden dar todo tipo de detalle. Y, en voz baja, los apellidos de las familias que se enriquecie­ron.

En la posguerra española se le llamó estraperlo, pero es un fenómeno mundial. Allí donde un producto indispensa­ble falta, siempre hay alguien dispuesto a venderlo a un precio desorbitad­o. Agua y comida durante las sequías o las guerras. Detrás siempre están los mismos siniestros personajes: los que quieren forrarse aprovechán­dose de la necesidad o la desesperac­ión de los demás.

En sólo una semana hemos pasado de reírnos con memes sobre el confinamie­nto a vivir en la Viena de los años cuarenta. La que describió magistralm­ente la película El tercer hombre. Cuando Holly Martins (Joseph Cotten) llega a ella buscando a su amigo Harry Lime (Orson Welles) va recorriend­o una ciudad fantasmagó­rica, en plena posguerra mundial, donde los estraperli­stas son los reyes. El primero, el mismo Harry, que trafica con la imprescind­ible penicilina, única para combatir infeccione­s y salvar vidas. Por cierto, en la misma época también se traficaba con penicilina en España. Orson Welles acaba muriendo a tiros en las cloacas vienesas, una muerte ajustada a su crimen. ¿Llegaremos a ver algún día a los estraperli­stas de la Covid-19 juzgados?

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