La Vanguardia

Un mundo desnudo

- Ramon Rovira

Tras la Gran Depresión del 29, el presidente Franklin D. Roosevelt diseñó el new deal, una enorme inyección de dinero público para resucitar la agonizante economía norteameri­cana, toda una revolución en el paraíso de la iniciativa privada. La Segunda Guerra Mundial reunió en el bando occidental a gigantes como Winston Churchill, Charles de Gaulle o el mismo Roosevelt, que no sólo derrotaron el nazismo, sino que pusieron las bases del sistema de libertades y democracia. Crisis posteriore­s como los ataques terrorista­s del 11-S o la debacle financiera del 2008 pillaron al mundo menos pertrechad­o. George W. Bush no era precisamen­te un estadista, y el agujero de los créditos subprime todavía colea. Eran avisos de lo que vendría, la degradació­n de la política, la imposición del populismo y la ausencia de líderes.

Justo en el momento álgido de este proceso, ha estallado la plaga bíblica y en los despachos principale­s del planeta se reúne la mayor colección de pazguatos, iluminados, engreídos e ignorantes de los tiempos recientes. Una calamidad que va desde Donald Trump, capaz de transitar desde el negacionis­mo suicida hasta inventarse plazos imposibles de regreso a la normalidad; Boris Johnson, un premier tan desarticul­ado que pretendía combatir el virus con una selección natural donde sobrevivir­ían los jóvenes; Xi Jinping, que ordenó esconder el brote y reprimir a los científico­s que alertaron del cataclismo cuando despuntaba en la

China y era atajable; el brasileño Bolsonaro, campeón de la estupidez porque ignora la pandemia, según él una “gripecita” que se resuelve con santerías de la bruja Lola, hasta Andrés Manuel López Obrador, por animar a los mexicanos a abrazarse y salir a cenar, eso sí, protegidos por un amuleto o una estampa de la Virgen.

Sin hundirnos en barrizales próximos, en el incompleto ranking no podían faltar los cabestros europeos siempre dispuestos a pelearse por un miserable puñado de millones, mientras Italia y España piden ayuda bajo la sombra del maligno. Es una desgracia añadida que cuando más se necesitan los liderazgos fuertes, hombres y mujeres que dirijan la humanidad hacia la luz, la alineación titular la formen renqueante­s tuercebota­s que tiemblan ante el ímpetu de un adversario descomunal, desconocid­o y letal. A pesar de todo, también saldremos de esta y quizás aprendamos la diferencia entre elegir a los mejores o a charlatane­s.

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