La Vanguardia

El horizonte en tus ojos

- Llucia Ramis

Recuerdo un momento del verano pasado. Estaba siendo un agosto complicado. Pasé unos días con mi tía en Estellencs, donde puedes ver puestas de sol espectacul­ares en el mar, entre las montañas. Ella dijo que el horizonte siempre nos queda a la altura de los ojos.

El confín es la línea real o imaginaria que marca los límites de un terreno y lo separa de otros. También es el punto más lejano que se alcanza con la vista. La globalizac­ión creó la ilusión de que esos límites no existían, y podíamos llegar a cualquier parte a través de internet y las compañías low

cost. Ahora que llevamos dos semanas confinados –desterrado­s en casa–, nuestra mirada se adapta a lo que tenemos cerca. Se fija en cosas en las que no habíamos reparado: polvo en los armarios más altos, un rayajo en la pared, el título de un libro que ni sabíamos que teníamos, cada gesto de la persona que tenemos cerca, a veces hasta la manía. Nuestra mirada se afina en balcones ajenos, en las hojas de un árbol.

Y están las pantallas, claro. En las redes sociales, nuestra mirada se empaña de ideologías que transforma­n lo que no vemos en catástrofe­s o esperanza. Por miedo a la oscuridad, los niños cierran los ojos, y a veces los adultos hacen lo mismo. Otros creen ver más de lo que hay, y les acecha la ansiedad, focalizada en los presagios. Las plataforma­s digitales ofrecen series y películas para narcotizar­nos con un entretenim­iento que pretende marcar la diferencia entre la ficción y la realidad rarísima que vivimos. Pero yo prefiero evadirme con documental­es que muestran espacios abiertos o, mejor, el fondo del mar.

Me gusta sumergirme en una profundida­d remota e imposible de cantos de ballena y medusas gigantes. Echaba de menos el mar desde antes del confinamie­nto. Lo vi por última vez el primer día de este año. Estábamos casi solos en la playa, un poco nerviosos. Acabábamos de conocernos y queríamos nadar. Al final nos rajamos, y brindamos con un vino que él llevaba en la mochila. El 2019 había sido difícil. O eso nos parecía entonces. Le dije lo que me había dicho mi tía en verano, lo de que el horizonte siempre está a la altura de tus ojos. Hoy esa frase forma parte de una canción.

“Romantizar el confinamie­nto es un privilegio de clase”, leo en alguna parte. Y me río porque es verdad. Pero también es verdad que los confines han cambiado: están mucho más lejos, o más cerca, que es lo mismo. Allí donde llega el tacto. El horizonte está al alcance de nuestra mano. No volveré a ver las cosas igual.

Ahora que llevamos dos semanas confinados, nuestra mirada se adapta

a lo que tenemos cerca

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain