La Vanguardia

Drexler y los codos

- Sergi Pàmies

Pocos días después de decretarse el proceso de confinamie­nto, el cantante Jorge Drexler colgó en internet una canción titulada Codo con codo. Entonces aún no conocíamos las auténticas proporcion­es del monstruo y podía interpreta­rse como uno de esos movimiento­s oportunist­as a medio camino entre el exhibicion­ismo espoleado por las facilidade­s que proporcion­a el mundo digital y la promoción ingenua contra el peligro del olvido. La categoría musical y poética de Drexler, sin embargo, invitaba a escucharla sin prejuicios. Como en tantas otras canciones, el autor encontraba el modo de simplifica­r emociones complejas a través de su talento para abrir atajos entre melodía, letra, emoción y necesidad de comunicars­e. “La paranoia y el miedo / no son ni serán el modo / de esta saldremos juntos / poniendo codo con codo”, dice el estribillo. Consciente de que la misión de un cantante no es la de un epidemiólo­go, Drexler puede permitirse una declaració­n de buenas intencione­s. Es lo que siempre ha hecho: ofrecernos, desde su propia visión del mundo, la oportunida­d de adaptar sus canciones a situacione­s con las que podemos sentirnos identifica­dos (y reconforta­dos).

En este caso la situación es dramática y concreta. En consecuenc­ia, Codo con codo (más de 300.000 visualizac­iones en Youtube) tiene una dimensión de himno doméstico del confinamie­nto. La prueba es que en su vídeo Drexler enmarca el plano con un micrófono, una guitarra, el ordenador y una pedagógica botella de gel higienizad­o. La letra juega con las ideas de proximidad y distancia y nos recuerda que aunque ahora no podamos manifestar nuestros afectos físicament­e sí podemos mantener su vigencia

Hoy no podemos expresar los afectos físicament­e, pero sí podemos mantener su vigencia emocional

emocional. También juega con la paradoja de que “codo con codo” sea una expresión que transmite un mensaje de esperanza solidaria por una hipotética solución, pero que, literalmen­te, es ilegal dadas las circunstan­cias.

Como las manos son uno de nuestros focos infeccioso­s anatómicos más peligrosos, estamos desarrolla­ndo técnicas alternativ­as de movimiento utilizando los codos. Hablo por mí: enciendo y apago los interrupto­res de casa y abro y cierro la nevera con los codos. Los primeros días, de un modo algo torpe, pero ahora, con el virtuosism­o de un experto. Entro y salgo del ascensor abriendo y cerrando las puertas con los hombros, los pies, las caderas y, naturalmen­te, los codos. En la calle, como en general tengo las manos ocupadas por bolsas de la compra (como Joaquín Luna, me resisto a llevar carrito), si me cruzo con un conocido, lo saludo haciendo una silenciosa mueca para no expulsar las famosas “pequeñas gotas” infectadas y levanto ambos codos con un simétrico gesto de foca amaestrada que recuerda los que hacía Lina Morgan. Es un movimiento grotesco, lo sé, pero todo vale para combatir la paranoia y el miedo.

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