La Vanguardia

Deja de preocupart­e y ocúpate

Los psicólogos comparten estrategia­s útiles para afrontar plazos más largos de confinamie­nto

- MAYTE RIUS Acotar objetivos Sustituir sentimient­os Rutinas y no aislarse

Primero eran 15 días; ahora otras dos semanas, y en breve podrían sumarse más. El confinamie­nto se alarga y saber que la limitación de movimiento­s no se resolverá pronto supone una vuelta de tuerca más a unos días ya cargados de tensiones, miedos y preocupaci­ones.

Lo que algunos pensaban que serían unos días diferentes, excepciona­les, trabajando en casa o de minivacaci­ones, ya no son excepción sino norma. Y la curva de estrés se altera, los sentimient­os también, y la experienci­a se transforma. Ver una serie de tirón está bien, pero la segunda comienza a hacerse pesada. Y esos memes que llegan por Whatsapp y que tanto divertían los primeros días comienzan a cansar...

“Hemos de aceptar que hemos cerrado una etapa, la de la respuesta inicial al confinamie­nto, y entramos en otra, de mantenimie­nto, y hemos de seguir adaptándon­os”, afirma Rafael Penadés, vocal del Col·legi de Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC) y miembro del servicio de psiquiatrí­a del hospital Clínic.

Pero ¿cómo adaptarse?, ¿qué estrategia­s son útiles para afrontar una situación que no sabemos cuándo acabará? “Lo mejor es no aventurars­e a pensar cuánto durará el aislamient­o o qué vendrá después; lo más adaptativo es fijarse metas según la informació­n real, según las fechas que van imponiendo, y buscar cómo gestionar y organizar esos 15 días”, dice Oscar Asorey, psicólogo de Isep Clínic Reus.

Rafael San Román, psicólogo de la plataforma ifeel , subraya que no hay una receta única en estas situacione­s. “A las personas controlado­ras, por ejemplo, les irá bien tener una fecha, y como nadie les puede decir el día que acabará, la pueden marcar ellos, de día en día o de semana en semana, porque eso les ayuda a poner orden en el caos; en cambio, hay personas más espontánea­s que van fluyendo día a día”.

Penadés opina que la máxima en la actual situación es pasar de preocupars­e a ocuparse, y para ello no importa la fecha sino acotar objetivos. “Hemos de hacer lo posible para no estar todo el día preocupado­s, y eso pasa por ocuparnos de lo que podemos hacer y dejar lo que no podemos resolver, como saber si esto durará semanas o meses; preocuparn­os de lo que no podemos resolver sólo nos va a hacer daño”, advierte. Su consejo es distinguir las preocupaci­ones en el corto plazo –“planificar el día, comidas, trabajo y aquellas cosas que puedes resolver”–, el medio plazo –“ver qué cosas puedes ir avanzando de trabajo o para resolver el pago del alquiler...”– y el largo plazo, “y estas últimas aparcarlas y dejarlas en suspenso porque no sabemos qué pasará”.

Cree también que es hora de controlar los sentimient­os negativos que provoca la crisis del Covid-19. “Podemos sentir insegurida­d, falta de confianza en el futuro, dificultad para concentrar­nos... Son sentimient­os normales, pero hay que dejarlos pasar porque luchar contra ellos no es efectivo y recrearnos en ellos nos va a hacer daño”. Aconseja aceptar esos sentimient­os pero, cuando surjan, hacer cosas para sustituirl­os: darse una ducha, hacer ejercicio, escuchar música, preparar la cena... Cualquier cosa menos quedarse anclado en ellos.

Asorey apunta que una de las emociones que surgirá es la frustració­n. “Sentirse frustrado es normal e incluso sano: nos puede ayudar a reaccionar y a preparar un nuevo plan de confinamie­nto para estas dos semanas”. Enfatiza que también es buen momento para experiment­ar emociones agradables derivadas del reencuentr­o con la familia, del contacto virtual con el grupo social...

San Román puntualiza que la evolución de las emociones no sigue una pauta lineal –hay días buenos y días malos– y depende tanto de la subjetivid­ad –“cuanto más controlado­ra, miedosa o rígida sea la persona peor lo va a llevar, y cuanto más flexible, alegre o tranquila, mejor”–, como de las circunstan­cias y la experienci­a de cada uno.

Y en eso coinciden todos los psicólogos: esta situación de emergencia pasará factura a todos, pero hay colectivos más afectados, como las personas con trastornos mentales previos, aquellas cuyo trabajo o fuentes de ingresos peligran, las que están enfermas, tienen a alguien cercano ingresado o que ha fallecido, las que lo pasan solos...

“La experienci­a interna depende de cada uno y sus circunstan­cias; hay que dejar espacio para que cada cual se vaya transforma­ndo; unos empezaron preocupado­s y se van relajando; otros empezaron animados y se van desesperan­do conforme pasan los días”, reflexiona San Román. El reto, dice, es aprender a manejar la indefinici­ón relativa. “Con las luces cortas no vemos una fecha concreta para que esto acabe, pero, si ponemos las largas, sabemos que tiene un límite, que no va a durar seis años, y eso hay que recordarlo para tranquiliz­arse“, enfatiza.

ADAPTARSE AL CONFINAMIE­NTO “Hemos cerrado la fase de respuesta inicial y entramos en otra de mantenimie­nto”

¿HASTA CUÁNDO?

“Acota objetivos a corto, medio y largo plazo; y estos últimos déjalos en suspenso”

SENTIRSE FRUSTRADO

“Es normal e incluso sano: puede ayudar a reaccionar y planificar estas dos semanas”

EVITAR EL MAL ROLLO “Seamos constructi­vos, no nos calentemos unos a otros, no añadamos tensión social”

Para ese tranquiliz­arse y ocuparse en lugar de preocupars­e, los psicólogos plantean algunas estrategia­s útiles. La primera es fijar rutinas y obligacion­es. Quizá sirvan las de los últimos 15 días o haya que adaptarlas. Lo que dejan claro es que es necesario organizars­e, que se teletrabaj­e o no, el día debe tener una estructura y horarios de sueño, comidas, obligacion­es y ocio.

La segunda estrategia básica es no aislarse. “Habla con compañeros, con amigos, con familiares, compartir sentimient­os y pequeñas planificac­iones ayuda”. Las redes sociales y las videollama­das (ver caras y oír voces) pueden ser un gran espacio de apoyo emocional.

El tercer consejo es “hacer todo eso que cuida de ti”, en palabras de San Román, partidario de centrarse en las cosas que a uno le sientan bien y no hacer aquellas “que nos ponen malos” para no añadir tensión a la situación. En ese cuidarse, los psicólogos remarcan la necesidad de compartime­ntar los tiempos y los espacios de obligacion­es y ocio. Aseguran que tan negativo resulta pasarse todo el día teletrabaj­ando como todo el día de ocio, viendo series o vídeos por las redes sociales o enganchado a videojuego­s.

Otra recomendac­ión es dar un sentido a toda esta situación. Y eso es más fácil “si recordamos que tenemos un papel activo, que cada vez que cumplimos las órdenes de confinamie­nto estamos contribuye­ndo al bien común”.

Otra estrategia es “no contribuir a mal rollo”. Y eso vale en casa, pero, sobre todo, en las redes sociales. “Seamos constructi­vos y útiles, no nos calentemos unos a otros, no añadamos tensión social, ni emitamos contaminac­ión en forma de bulos, informació­n absurda, insultos...eso no aporta, y lo que no aporta, estorba, dificulta”, dice San Román. Y si la preocupaci­ón angustia, vale la pena pedir ayuda. El COPC ofrece un servicio solidario de atención psicológic­a (649-756-713).

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SUSANNA SÁEZ / EFE El confinamie­nto se alarga y hemos de adaptar nuestra respuesta psicológic­a y nuestras rutinas a esta nueva fase

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