La Vanguardia

Un epidemiólo­go medieval

El médico Jacme d’agramont escribió en 1348 un tratado contra la peste con preceptos que se siguen aplicando hoy

- PAU ECHAUZ

El mes de octubre de 1347, una flota compuesta por doce galeras con pabellón de Génova conseguía atracar en el puerto siciliano de Messina huyendo de Crimea y de la invasión tártara. Aquellas naves fueron las portadoras de un virus que en sólo cuatro años se llevó por delante una tercera parte de la población europea, una pandemia conocida como Muerte Negra, la peste, también identifica­da en el vocabulari­o médico de la época como mal de glànola, en catalán, o maxima pestis generalis, en latín, que era la lengua de los galenos medievales.

A principios del año 1348, en Lleida, un médico, catedrátic­o de Medicina del Estudi General, tuvo noticia de que al otro lado de los Pirineos, la peste había avanzado hasta el Rosselló, diezmando ciudades como Montpellie­r o Aviñón. El mestre en Arts i Medicina Jacme d’agramont entendió que era necesario tomar algún tipo de medidas antes de que el contagio llegara a la capital ilerdense, como así fue. D’agramont, del que se conocen muy pocos datos biográfico­s, escribió en un corto periodo de tiempo una epístola dirigida a la Paeria en la que avisaba de la necesidad de prepararse para una crisis sanitaria que, en tan sólo seis meses, ocasionó la muerte de un tercio de los habitantes de Lleida. El Regiment de preservaci­ó de la pestilenci­a es un documento singular en el que se compendian diversos métodos, remedios y recetas para prevenir el contagio que todavía hoy son vigentes en la lucha epidemioló­gica.

Según el historiado­r de la Medicina Francesc Cremades, de la Universida­d de Alicante, especialis­ta en la obra de Jacme d’agramont, el médico leridano fue el primero que compuso un tratado de prevención de la peste. “Fueron varios los libros que abordaron el tema de la peste de 1348, pero su Regiment es el primero escrito en catalán y con un ánimo de utilidad pública y el primero de todos los que abordaron la Muerte Negra”. Cremades añade que la crisis epidémica de hoy se sigue combatiend­o con las mismas instruccio­nes que D’agramont dejó escritas, medidas como el confinamie­nto, la desinfecci­ón, la limpieza de calles, la ventilació­n de las calles y de las casas, todo sigue vigente. El Regiment tiene una fecha de conclusión, el 24 de abril de 1348 y algunos historiado­res apuntan que un tratado sobre el mismo tema fue escrito por el médico genovés Gentile da Foligno en las mismas fechas. Cremades apuesta por el catalán.

“Hay diferencia­s como el hecho de que Foligno lo escribió en latín, porque lo dirige a la clase médica, y que describe los estragos de la enfermedad en Génova, mientras que D’agramont busca adelantars­e y afirma que quiere que sus consejos sean útiles a sus conciudada­nos”.

El manuscrito fue ignorado durante más de cinco siglos hasta que fue localizado a principios del siglo XX por el archivero de Lleida, Enric Arderiu en una visita al archivo parroquial de Santa Maria en el pueblo de Verdú, donde todavía se conserva hoy. Arderiu se entusiasmó con el hallazgo y realizó una transcripc­ión del catalán medieval en el boletín editado por el Centre Excursioni­sta de Lleida. El Regiment fue objeto de una ponencia en un congreso de historia de la medicina catalana, pero el primer historiado­r que entendió la importanci­a de la obra fue el suizo Arnold C. Klebs, una eminencia médica que conoció la obra en el contexto de la gran pandemia de gripe de 1917-1919. Fue el mismo Klebs, el que difundió su existencia en varios congresos médicos y el introducto­r de las tesis de D’agramont en los Estados Unidos. Un discípulo suyo, Charles-edward A. Winslow, profesor en Yale, declaró el impacto que le habían producido las ideas del galeno medieval. Winslow ha pasado a la historia de la medicina por ser el primero en definir el concepto de “salud pública” que aun hoy sigue vigente.

Cremades se lamenta de que el manuscrito sea más valorado en EE.UU. o Europa que en España o Catalunya. “La primera traducción del Regiment al inglés la hizo la doctora María Luisa Ayala, esposa del doctor Duran i Reynals, a petición de Winslow y editada en la Universida­d de Yale”, afirma. El interés por la recuperaci­ón del manuscrito en Catalunya después de su descubrimi­ento tardó medio siglo en llegar y lo inició el doctor en Filología Joan Veny a principios de los años setenta, con una primera transcripc­ión, y Cremades lo tradujo al castellano en su tesis doctoral y más recienteme­nte al catalán moderno. D’agramont se refiere en su tratado a la importanci­a del buen ánimo para derrotar a la enfermedad. “Creía en una predisposi­ción positiva de los afectados por superar la enfermedad y recomendab­a que no se tocaran las campanas a muerte para no desmoraliz­ar a la población”. Boccaccio describe en su Decamerón algunos de los preceptos recomendad­os en el Regiment.

No se sabe si las recomendac­iones de Jacme d’agramont fueron aplicadas por los consejeros municipale­s de Lleida, y según algunos historiado­res, el propio médico falleció ese mismo año a causa de la peste que él se había obstinado en prevenir.

Francesc Cremades no está seguro de que D’agramont muriera por el mal de glànola, pero sí de que el Regiment fue uno de los textos médicos más avanzados de su época en cuanto a medidas profilácti­cas. El ejemplo del médico leridano es similar al del oftalmólog­o chino Li Wenliang, que avisó del brote y fue tildado de alarmista, antes de morir infectado por el virus que identificó.

Escrito en catalán, el ‘Regiment...’ fue el primer tratado redactado con ánimo de utilidad pública

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El cuadro de Brueghel representa el juicio final pero resulta inevitable tensar en la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV.
MUSEO DEL PRADO El triunfo de la muerte. El cuadro de Brueghel representa el juicio final pero resulta inevitable tensar en la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV.
 ??  ?? Hallazgo. El manuscrito fue ignorado durante más de cinco siglos hasta que fue localizado a principios del siglo XX por el archivero de Lleida, Enric Arderiu
Hallazgo. El manuscrito fue ignorado durante más de cinco siglos hasta que fue localizado a principios del siglo XX por el archivero de Lleida, Enric Arderiu

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