Regreso ilusionante
Uno de los artífices/padres/emblemas de aquel grunge que tantas esperanzas despertó regresa a la primera línea discográfica. Vuelven Eddie Vedder y los suyos tras un silencio de siete años, tras una amplia pausa después de aquel Lightning bolt que despertó disparidad de opiniones. Y esta vuelta al foco de la actualidad está saldada con notable resultado en términos artísticos, como se puede percibir en la atención que hay por los detalles tanto sonoros como emocionales, así como en los de la actualidad política, con una actitud crítica de la administración Trump que empapa no solo las líricas del disco sino la propia oportunidad de publicarlo ahora.
Ello refleja de entrada una larga gestación, que ha desembocado en lo que algunos ya consideran la obra musicalmente más innovadora que han firmado desde 1998, desde aquel glorioso Yield. Lo que no ha afectado al brío cuando no furia que recorre la obra. Los fans de largo recorrido podrán estar tranquilos mientras que los recién llegados se quedarán sorprendidos, tendrán que hacerse a la idea de que el rock no es un estilo, una forma de sentir, minoritario y de tiempos pasados y caducos. Porque la banda combina el escenario más familiar (en el contundente arranque, con Who ever said y Superblood wolfmoon ), el de la guitarra afilada, batería musculosa y la voz de Vedder como implacable contrapunto, con pasajes más reflexivos como la acústica Come then goes o la emocionante River cross, donde su voz invita al esfuerzo común ante el inquietante escenario actual.