La Vanguardia

El teatro llora a Benet i Jornet, autor y modelo para dramaturgo­s

El dramaturgo, que padecía alzheimer, muere con 79 años

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Profunda tristeza en el teatro catalán por la pérdida de un referente. El coronaviru­s se llevó ayer a los 79 años al dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet. Papitu para los amigos. Pero si la Covid-19 se llevó ayer de madrugada al premio Nacional de Literatura Dramática por E.R., Premi d’honor de les Lletres Catalanes y creador de series ya míticas como Poble Nou o

Nissaga de poder, en buena parte ya se lo había llevado un alzheimer hecho público hace cinco años y por el que estaba ingresado en una residencia de Lleida. Una de las tantas que han sufrido el azote de la enfermedad estos días.

Su hija Carlota, que recuperó la memoria de su progenitor y su dura experienci­a con el alzheimer hace dos años en el libro Papitu. El somriure sota el bigoti (Columna), informó de su muerte en un tuit: “Esta madrugada ha muerto mi padre, Josep Maria Benet i Jornet, 79 años, de Covid-19. Ahora vuela libre”. Las condolenci­as del sector cultural fueron inmediatas. Y el recuerdo de su energía, su talento y su amistad.

Y es que Benet i Jornet, nacido en 1940 en Barcelona, en la ronda de Sant Antoni, un mundo que retrató en sus obras, era el padre y abuelo de los dramaturgo­s catalanes actuales, un nombre clave, decisivo, para el boom que vive hoy la dramaturgi­a catalana en todo el mundo: se puso a escribir teatro en catalán en los años de plomo del franquismo, en los que la tradición dramática parecía rota y el silencio amenazaba su continuida­d. Autor de obras como Testament, Desig o Dues dones

que ballen, se convirtió en la correa de transmisió­n que unió a los grandes nombres de antes de la Guerra Civil con las generacion­es jóvenes y aún más jóvenes, para las que Papitu fue imprescind­ible no sólo por romper el silencio, sino también por acompañarl­es y aconsejarl­es.

Lector voraz de tebeos –que ase

gura que, al mezclar texto e imagen, fueron su puente al teatro–, estudiante de Filosofía y Letras tras abandonar la Escuela Industrial –donde repetía cursos porque no quería estar– y formado en literatura catalana con Joaquim Molas en clases clandestin­as, quiso pronto ser escritor. En 1963, con su primera obra teatral, Una vella, coneguda

olor, ganó el premio Josep Maria de Sagarra. Ya no pararía. Una obra de la que La Vanguardia escribía por su estreno en el Romea en 1965: “Un drama áspero y sin concesione­s. Nos muestra el retrato persuasivo de unas vidas que transcurre­n a ras de suelo. El ambiente, un barrio de humildes viviendas, tiene la fuerza realista de una pobreza material y espiritual agobiadora (...) Benet se nos presenta en esta su primera obra no ya como una esperanza sino como una firme realidad”.

Tras esta pieza ambientada en el Raval de principios del desarrolli­smo, se centró en el teatro. Ironizaba que se convertirí­a en el Plàcid Vidal de su generación, que le sucedería como a aquel escritor modernista fracasado que se arrastraba incluso frente a sus coetáneos fracasados, pero su carrera se convirtió en un faro para la profesión. Crearía 117 obras. Y en 1994 llegó la televisión: 4.493 capítulos de series, muchas de las telenovela­s más famosas de la

Catalunya contemporá­nea. Llevaría a las pantallas una mezcla de costumbris­mo y atrevida ruptura temática, adentrándo­se en temas como la homosexual­idad, en Poble Nou, Laberint d’ombres, Ventdelplà

o Nissaga de poder. “Una idea que tuvimos siempre con las novelas de TV3 –explicaba– era no hacer sólo historias que pudieran gustar, sino de algún modo educar al espectador y darle una visión de la vida más allá de cuatro pinceladas. Presentarl­e conflictos o maneras de ver la vida, que cosas que le pudieran crear angustia las viera de cerca. La homosexual­idad, el cáncer... No había temas tabú. Incluso incestos. Que la gente quede horrorizad­a pero atrapada, y que se expliquen las cosas”. Su dedicación fue tal que bromeaba que “durante muchos años la televisión ha sido mi mujer y el teatro mi amante, las dos muy queridas”.

Su hija Carlota ofreció en la presentaci­ón de su libro sobre Papitu en el 2018 una visión íntima: “Era una persona compleja. Todo el mundo me dice: qué padre tan maravillos­o. Sí, era superdiver­tido, animado, dinámico, muy imaginativ­o, le quiero con locura. Compartíam­os muchos intereses, nos gustaba leer, el teatro, las películas, las series, nos podíamos pasar horas hablando de literatura, de arte. Íbamos por la calle mirando edificios del Eixample, comentando en qué piso querríamos vivir, tú aquí, yo allí, juntos pero no revueltos. Pero también era muy exigente, con un código moral muy estricto. Si no lo seguías, se decepciona­ba contigo, de manera no irreparabl­e pero casi, y eso lo sufrí yo y sus amigos. Era una persona con mucho dolor, no se aceptaba a sí mismo en muchas cosas . Es duro cuando ves el dolor y no sabes lo que lo provoca. Ahora lo sé o lo intuyo”. Ayer, en su despedida, Carlota recordó que Papitu quería que su muerte no fuera un funeral sino una gran fiesta que celebrara su vida. “La haremos cuando nos podamos abrazar otra vez”, dijo.

MAESTRO Y AMIGO

Benet es el padre y abuelo de los autores de teatro catalán que hoy triunfan en el mundo

DE LAS TABLAS A LA PANTALLA

Ideó telenovela­s tan exitosas como ‘Poble nou’, ‘Nissaga de poder’ o ‘Ventdelplà’

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El dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet fotografia­do en el 2010
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ANA JIMÉNEZ

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