La Vanguardia

Escuchando a Bartlet, la utopía perentoria

- PABLO ECHENIQUE Portavoz del grupo de Unidas Podemos en el Congreso PEDRO VALLÍN

Pablo Echenique Robba (Rosario, Argentina, 1978), en lo que hoy parece otra vida, otro mundo, ganó en el 2014 el premio Tiflos de Periodismo por el artículo De retrones y hombres, en el que explicaba los motivos por los que alguien con las evidentes limitacion­es físicas que el exinvestig­ador del CSIC padece no tenía por qué ser más ni menos feliz que alguien con plenas capacidade­s. Y explicaba por qué él lo es mucho. El portavoz parlamenta­rio de Unidas Podemos es un hombre optimista, resuelto a decir lo que piensa sin demasiado cálculo; a menudo, con exceso de prodigalid­ad, como prueba su cuenta de Twitter, objeto predilecto de los trols.

Y si tal ánimo no está supeditado a su condición física, tampoco al confinamie­nto, que pasa en su casa de Madrid, con su esposa y sus perritos: “Lo vivimos con mucha preocupaci­ón por la gente afectada, por el número de fallecidos, por los trabajador­es en riesgo, como los sanitarios, por las implicacio­nes económicas para las personas, pero en lo personal tranquilos; trabajando mañana, tarde y noche”. La nueva condición telemática del trabajo lo pilla entrenado, pues siempre ha usado las tecnología­s como extensión de su menudo cuerpo: “Yo trabajo mucho telemática­mente así que no supone un gran cambio”, aunque ha tenido que hacer dos salidas a los plenos del Congreso.

Echa de menos frecuentar a los compañeros de partido, aunque calcula que su primer viaje tras el confinamie­nto será a Zaragoza, para ver a sus padres.

No es aficionado a dar consejos y, además, como militante en el buen humor, no ha desarrolla­do métodos propios contra la melancolía.

No obstante, se anima: “Llama a alguien que te quiera (y, si te sabe hacer reír, mejor), cuéntale como te sientes y échate unos lloros si hace falta, que eso limpia mucho”. Y otro, echa una mano: “Si tienes la oportunida­d, ayuda a alguien, haz algo por los demás”.

Como recomendac­ión de ocio, se inclina por ver o revisar El ala oeste de la Casa Blanca. La serie de Aaron Sorkin, “es emocionant­e y la inteligenc­ia del guion y de los diálogos es superlativ­a”. Admite que tiene elementos de ficción idealista, “un presidente perfecto como Jed Bartlet no existe; un asesor como Sam Seaborn, tampoco, pero, como buena utopía, nos dice hacia dónde hay que caminar”. Por eso, “en los tiempos de Trump, Bolsonaro y Abascal, ver un capítulo de El ala oeste cura el alma”.

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