Un gran dramaturgo popular
Con la muerte de Josep Maria Benet i Jornet, a los 79 años, el teatro catalán perdió ayer a su dramaturgo y guionista de vocación más clara, de más constante presencia en la cartelera y de mayor proyección popular del último medio siglo. Nieto de payeses, hijo de un contable, nada parecía empujar a Benet i Jornet hacia la senda teatral. Pero sus lecturas infantiles de tebeos y novelas populares, su paso por la Universitat de Barcelona para cursar estudios de Filosofía y Letras y, sobre todo, su ingreso en 1962 en la Escola d’art Dramàtic Adrià Gual –donde contactó con Ricard Salvat, Maria Aurèlia Capmany, Fabià Puigserver y otras figuras de la escena local– contribuyeron a hacer de él un dramaturgo de referencia.
Desde que estrenó, en 1963 en Barcelona, Una vella, coneguda olor, Benet i Jornet ha sido una presencia recurrente en nuestra cartelera, firmando una cincuentena de obras, traducidas a numerosas lenguas y representadas en distintos países. A aquel debut le seguirían piezas ya clásicas del repertorio catalán y español, una tras otra, cimentando su casi permanente presencia en cartel, como Berenàveu a les fosques, Quan la ràdio parlava de Franco, Desig o testament, hasta la última estrenada (en el 2013), Com dir-ho?
Atento al principio a autores como O’neill, Buero Vallejo o Brecht, entre otros, Benet i Jornet no se vinculó definitivamente a ninguno de ellos ni desdeñó públicos ni formatos, desde el infantil hasta el televisivo, desde los contenidos sociales hasta los intimistas. Quizás porque, para él, la renovación del lenguaje teatral era una ambición prioritaria. Aunque siempre mantuvo, eso sí, la mirada centrada en los problemas del individuo y de la sociedad en la que vivía, siguiendo muy de cerca su evolución y la de sus inquietudes.
Esta conexión con su espacio y su tiempo es la que en buena medida sustenta la dimensión popular de Benet i Jornet, masivamente aplaudida en su condición de guionista de culebrones televisivos. Desde el estreno en TV3 de Poble nou (1993), a lo largo de la última década del siglo XX y durante la primera del XXI, las series de Benet i Jornet fueron uno de los principales atractivos de dicha cadena, en la que enlazó otros títulos de enorme audiencia como Nissaga de poder, Laberint d’ombres, El cor de la ciutat, Ventdelplà, etcétera.
Tímido y aparentemente inseguro, pero también entrañable y dotado de una tenacidad, una voluntad de superación y un éxito sostenido que desmentían cualquier tentación autodenigratoria, Benet i Jornet ha brillado, y seguirá haciéndolo, como un excelente portavoz dramático de la realidad de sus coetáneos y de las luchas cotidianas en las que se afanaron. Es decir, como la voz teatral más popular de las últimas generaciones catalanas.
Benet i Jornet, fallecido
ayer, ha sido un autor constante y muy querido
en la escena catalana