La Vanguardia

Una fallida vuelta al mundo

Una familia de Barcelona se ve atrapada y sin ahorros en Nueva Zelanda por la pandemia

- M IRIAM ELIES

Arrancaron en Filipinas, saltaron a Indonesia, siguieron por Australia y el mundo se paró cuando pisaron Nueva Zelanda. Flor y Facu, argentinos residentes en Barcelona desde hace más de una década, iniciaron en noviembre un viaje que llevaban meses preparando. Iban a dar la vuelta al mundo con sus hijos Tom, de 7 años, y Pau, de 4. Como ellos, son cientos los viajeros que han tratado de regresar a sus hogares sin éxito desde que estallara la pandemia del coronaviru­s. Pero en su caso, el confinamie­nto global les ha llevado a sobrevivir y tener un techo gracias a la solidarida­d de otros.

Son las 9 horas en Wellington (22 h en España) cuando se sientan frente al objetivo del teléfono móvil. Se encuentran en una granja en Mangamahu, en la región de Whanganui, donde trabajan a cambio de comida y alojamient­o. Acaban de desayunar y se preparan para cortar leña, cuidar el huerto y dar de comer a las gallinas y a los perros. Ahora duermen bajo un techo, pero hace unos días no era así.

Sus planes se truncaron cuando las aerolíneas empezaron a cancelar sus vuelos. Las compañías, en vez de devolverle­s el dinero, les ofrecieron puntos de fidelizaci­ón, por lo que su presupuest­o empezaba a ser limitado. Los billetes para regresar a Barcelona han llegado a alcanzar sumas astronómic­as, de hasta 30.000 euros entre los cuatro, y la Embajada de España en Wellington no puede garantizar­les una ruta que no vaya a ser cancelada. “Tomen el primer vuelo que encuentren”, les dijeron. Uno de los que llegaron a ofrecerles fue suspendido, como tantos otros, por las restriccio­nes de aeropuerto­s en los que debían hacer escala o porque las aerolíneas dan marcha atrás al ver que la operación no resulta rentable. “No hay opciones”, lamentan.

Al principio se hospedaban en hostels y campings, pero al ver que necesitaba­n ahorrar dinero porque no sabían cuánto iba a durar la situación, empezaron a dormir en un coche de alquiler, enfundados en sacos de dormir. Lo hicieron durante cinco días. “No sabíamos qué hacer, hasta que contactamo­s con la granja”, comentan. La habían visitado 14 años atrás, y al llamar a sus propietari­os Brenda y Andy, no dudaron en ofrecerles un techo. “Ya encontrare­mos la forma de recompensa­rnos”, les dijeron.

Sus jornadas arrancan a las 8.30 horas. “Ayer desmontamo­s todo un invernader­o y cortamos un montón de leña, porque aquí el invierno es muy duro”, explica Flor. “También recogemos los huevos de las gallinas”, dice Tom. “¡Y hay once perros que trabajan mucho, que son sólo de asustar a las ovejas!”, añade divertido Pau, el pequeño. “Estamos muy felices, es una gente con un corazón enorme. Los niños no quieren volver, pero nosotros seguimos tratando de encontrar cómo”.

Todos los españoles en Nueva Zelanda con los que han contactado se encuentran en la misma situación, sin poder regresar a sus hogares. “Sabemos de gente que está atrapada en campings. Otros incluso se han quedado varados en destinos en los que debían hacer escala. La embajada poco puede hacer, si no hay dinero para mascarilla­s no vamos a pedir que nos repatríen. Pero sí pedimos un vuelo a un precio razonable y con garantías de que no sea cancelado”, apuntan. La embajada les envía un e-mail de actualizac­ión todos los días, pero ellos ya han tomado una decisión: dejarán de buscar vuelos hasta estar seguros de que pueden regresar. “Sólo nos queda esperar”.

De los ‘hostels’ pasaron a dormir en sacos en un coche de alquiler: ahora les ha alojado una pareja de una granja

 ?? LA VANGUARDIA ?? Facu y Flor, y sus dos niños Tom y Pau, de 7 y 4 años, junto a la granja donde les han acogido
LA VANGUARDIA Facu y Flor, y sus dos niños Tom y Pau, de 7 y 4 años, junto a la granja donde les han acogido

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