Europa y las ‘industrias de la vida’
Es evidente que la Unión Europea no está todavía a la altura del desafío que supone esta crisis. Y es normal: la salud no es una política común y cada sistema de salud ha sido definido por cada Estado miembro. El presupuesto de la Unión está además limitado al 1% del PIB. Y, a pesar de contar con medios tan limitados, los dirigentes actuales de la Unión en general y la Comisión y el Banco Central en particular, hacen milagros.
Los gobiernos nacionales hacen también bastante, pero de manera desordenada. Por otro lado, los más federalistas han desenterrado una idea antigua, los eurobonos, que permitirían según ellos a la Unión Europea acceder a préstamos masivos para sostener la economía de los estados miembros que pudieran tener dificultades para obtener préstamos a interés reducido.
Esta propuesta ha provocado, una vez más, una profunda división entre los países del sur (entre los cuales se ha posicionado también Francia en esta ocasión) y los demás, que no están muy por la labor de financiar a los estados miembros menos prósperos. Entre los más vehementes se cuentan los alemanes y los holandeses; ya sea para no facilitarle argumentos a los partidos populistas de la oposición o porque los populistas ya forman parte de la coalición de gobierno.
Este debate ha sido en realidad superado. Es necesario encarar los retos a los que nos enfrentamos de una manera completamente distinta.
En primer lugar, la cuestión ya no es urgente en absoluto: porque el Banco Central Europeo tiene en la actualidad los medios y la intención de avalar la reducción de la diferencia de los tipos de interés de los bonos del Estado de los países miembros, y porque los gobiernos se están mostrando muy activos a la hora de apoyar a sus propias empresas.
Ha llegado además el momento de cambiar el paradigma y de pensar en una solución completamente distinta que no sería simplemente financiera sino también política, en el sentido más noble. Una solución que permitiría reforzar la unión de todos los estados miembros y tratar los problemas ocasionados por la increíble pérdida de soberanía industrial y económica de la Unión en los sectores que se han revelado clave en la actualidad para muchos. Porque se impuso el mantra de la competencia sobre el de la autonomía.
Para revertir la situación, la
Unión debería dotarse de una auténtica política industrial que le permita recuperar su autonomía en esos sectores clave para el mundo del mañana, aquellos que denomino las industrias de la vida: la salud, la alimentación, la higiene, el
La UE debería asumir una política industrial para ser autónoma en sectores que sacrificó a la competencia
agua, la vivienda, la tecnología, la energía, la educación, la distribución, la protección del medio ambiente, la seguridad, la información y algunos más.
Para financiar esta política, el BEI (Banco Europeo de Inversiones) emitiría un empréstito masivo (de un importe inicial de 200.000 millones de euros, por ejemplo), avalado por la Unión Europea. Y no un coronabono, que tenía por objetivo financiar a ciegas el conjunto de la economía, sino un lifebond ,un eurobono de la vida, que podríamos llamar también sovereign bond, que se limitaría a financiar las industrias de la vida (y la reconversión hacia esos sectores de industrias menos esenciales). Esos recursos serían gestionados siguiendo el modelo de lo que acaba de ser llevado a cabo, a pequeña escala, para la Europa de la Defensa. Una institución ad hoc determinaría las reglas del reparto de las financiaciones entre los diferentes países y empresas a través de procesos de licitación, tan laxos y masivos como sea posible. Incluso los países más reticentes a la solidaridad europea satisfarían así sus intereses egoístas. ¿Quién podría quejarse? La publicación de este artículo es fruto de la colaboración con la revista ‘Alternativas Económicas’.
Traducción de Carlos Pfretzscher