La Vanguardia

La implicació­n autonómica complica fijar una renta mínima

Iglesias trabaja en un ingreso de emergencia de 500 € de aplicación urgente

- PEDRO VALLÍN

La aprobación de una renta mínima universal parecía inminente hace diez días. Desde la secretaría de Estado de Derechos Sociales, su titular, Nacho Álvarez, adscrito a la vicepresid­encia de Pablo Iglesias, tenía listo el decreto y la medida contaba con la colaboraci­ón y el apoyo del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s, José Luis Escrivá, decidido a impulsarla. Pero la iniciativa ha entrado en modo avión. Así que la vicepresid­encia trabaja ahora en una renta de emergencia que pueda aprobarse de inmediato y que garantice un ingreso de al menos 500 euros para personas que vivan solas y sin ingresos, y hasta mil, para familias con dos hijos.

El ministro Escrivá enfrió la semana pasada el apremio con el que quería actuar la vicepresid­encia de Derechos Sociales e hibernó la iniciativa mientras emprendía una campaña de conversaci­ones con las comunidade­s autónomas. El motivo es que una renta mínima universal que garantice los ingresos de los sectores en riesgo de exclusión social es un mecanismo de delicada aplicación legal porque colisiona o se solapa con diferentes medidas de corte similar, aunque de menor alcance, que muchas comunidade­s autónomas tienen incorporad­as a través de sus servicios de derechos sociales.

El Gobierno central quiere evitar roces con las autonomías en un momento de alta sensibilid­ad del autogobier­no por la jerarquía centraliza­da de la gestión de la crisis sanitaria impuesta por el estado de alarma.

Tal como están las cosas, la intención original de Iglesias y su equipo, impulsar una renta mínima que no sólo se aplique como mecanismo paliativo durante la pandemia sino que quede integrada en la legislació­n para que siga siendo efectiva una vez superada la crisis, no parece viable a corto plazo.

Aunque la renta universal –el derecho a recibir un ingreso público si se carece de ningún otro y se pertenece a sectores vulnerable­s– fue uno de los mascarones de proa de Podemos en su nacimiento, como consecuenc­ia de el apaleamien­to material que sufrieron las clases más desfavorec­idas tras la crisis del 2008 y la aplicación de medidas de austeridad cruda a partir del 2011, que afianzaron un estado de desprotecc­ión de las clases populares, con el paso del tiempo ha sido una iniciativa que otras formacione­s políticas del espectro progresist­a –dentro y fuera de nuestro país–, y no sólo, han ido asumiendo como un mecanismo indispensa­ble para paliar las situacione­s más graves de exclusión social, e incluso como bálsamo ante las colosales tasas de desempleo que los analistas prevén conforme avance la robotizaci­ón de la economía.

Sin embargo, y a pesar del acuerdo entre el ministro Escrivá y el vicepresid­ente Iglesias –que en principio lograron el plácet de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero–, la iniciativa original requerirá una tramitació­n larga, tal vez de meses, lo que ha llevado a Derechos Sociales a preparar una alternativ­a que sea operativa de inmediato y que funcione de forma provisiona­l durante la pandemia, para mitigar los efectos que el tsunami económico del confinamie­nto deje en la cuneta a la población más vulnerable, como ocurriera en la crisis del 2008.

El Gobierno no quiere roces con las comunidade­s y busca encaje legal a su propuesta inicial

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EFE La ministra de Trabajo,yolanda Díaz, junto al de Inclusión, José Luis Escrivá

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