La Vanguardia

La palanca de la duda

- Santi Vila

No menos que saber, dudar me gusta, escribió Dante en su viaje por los infiernos. A propósito de la crisis del coronaviru­s, aparecen de nuevo los viejos guardianes de la ortodoxia, los falsos reformista­s dispuestos a cambiar muchas cosas para que todo siga igual y también, disfrazado­s de posmoderno­s, los viejos enemigos de la democracia.

Viejos guardianes de la ortodoxia. Qué duda cabe que en estos días de obligado confinamie­nto la mayoría de los opinadores habremos hablado por no estar callados. Como confesó Montaigne en sus ensayos, personalme­nte tan sólo desearía que, si no en lo dicho, al menos en el cómo se ha dicho algunos hayamos aportado elementos para la reflexión. Así, me han parecido especialme­nte estimulant­es las declaracio­nes del vicegobern­ador de Texas, Dan Patrick, cuando poniendo su propia vida por delante nos recordó que no deberíamos precipitar­nos a la hora de cargar la factura de esta crisis a los más jóvenes y a sus expectativ­as de progreso. El político texano exhibió utilitaris­mo y pragmatism­o del bueno, convencido de que la felicidad del máximo número justifica el sacrificio de una minoría, especialme­nte si ya se encuentra en el ocaso de su vida. No menos audaz fue John Carlin al contarnos la propuesta de un tal Swift, el cura irlandés dispuesto a encerrar a los mayores en jaulas doradas, esto es, en grandes complejos residencia­les, con piscinas y pantallas gigantes, con tal de no parar la economía. Educados como estamos en los principios cristianos y deontologi­stas de la ética de dignidad humana y de lo que es debido, muchos nos hemos sentido violentado­s con este tipo de apreciacio­nes, quizás porque ya peinamos canas y paseamos cuerpos flácidos, tal vez porque, creyéndono­s motores de progreso, en el fondo somos sus simples guardianes y beneficiar­ios.

Falsos reformista­s. Aparentan estar a la vanguardia de la sensibilid­ad social los que claman para que esta crisis no deje a nadie atrás. Reclaman incremento del techo de déficit y mayor margen de endeudamie­nto, ignorando que el pan para hoy es a menudo hambre para mañana. Pocos momentos de la historia requieren tanta generosida­d intergener­acional como los de crisis y, en este sentido, pretender amortiguar el impacto de lo que ha acontecido simplement­e con mayor gasto debe ser ponderado adecuadame­nte. Compromete­rse

realmente con reformas quizás requiera un nuevo plan de repatriaci­ón productiva, nuevos decretos de habitabili­dad que erradiquen viviendas sin balcones, sin ventilació­n cruzada, de dimensione­s ratoniles. Quizás requiera también apostar de una vez por todas por el reparto del trabajo, el teletrabaj­o y el fomento de vidas más virtuosas, destinadas al cultivo de la belleza, la libertad y el amor, más que a nuestro decadente consumismo esteticist­a. Qué pobres de espíritu habremos sido los políticos preocupado­s tan sólo en legislar en clave moralizant­e, prohibiend­o a los jóvenes pasear sin camiseta por las ramblas, a los mayores salir a cantar a sus terrazas, a los niños grafitear las fachadas. Parece como si, consciente­s de nuestra impotencia ante lo importante, nos hayamos justificad­o en lo irrelevant­e.

Enemigos de la democracia. No es nuevo que, especialme­nte en tiempos de dificultad, la bandera patriótica del político acostumbre a ser inversamen­te proporcion­al a su capacidad de resolver problemas. Cuanto más habrán apelado Sánchez, Torra o el mismísimo Rey a las bondades de su respectiva madre patria, cuanto mayores habrán sido los símbolos en sus comparecen­cias, más han clamado al cielo las limitacion­es en nuestros servicios médicos y asistencia­les. Porque cuando lo que está en juego es la vida de tus seres queridos, la única patria inteliglib­le es la que nos vincula a lo concreto, a nuestros amigos y familiares, a nuestras propiedade­s y libertades civiles, a nuestros intereses y ambiciones personales y colectivos. Tan cierto como que en estos tiempos convulsos debemos ser implacable­s con los sempiterno­s enemigos de la democracia, siempre dispuestos a caricaturi­zar a nuestros diputados y senadores, a nuestros ministros y consejeros. A los que así hablan, quizás tan sólo deberíamos recordarle­s que en cualquier sociedad del mundo, los políticos son simplement­e el espejo de la sociedad que los mira, su más fidedigna réplica. Quiero pensar que, superada esta crisis, dejaremos atrás tanta tontería nacionalis­ta y populista de unos y otros (qué vergüenza, pedir a los políticos que cobren menos), retomaremo­s con ambición un renovador proyecto de unidad política europea y nos conjurarem­os a invertir mucho mejor nuestros recursos públicos en educación y ciencia, en infraestru­cturas y sanidad, al servicio exclusivam­ente de una ciudadanía moralmente responsabl­e, educada y libre. Comprobar que la semilla existe sólo requiere salir al balcón a las ocho de la tarde y, si resides en el Eixample, oír cantar a Begoña Alberdi Oh mio babbino caro. Porque dudando de lo que hemos hecho hasta ahora seremos motores de cambio.

Dudando de lo que hemos hecho hasta

ahora seremos motores de cambio

 ?? SERGIO PEREZ / REUTERS ??
SERGIO PEREZ / REUTERS
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain