La Vanguardia

De cuarentena en un piso turístico (legal)

Barcelones­es alquilan apartament­os con licencia durante varias semanas para proteger a sus familias

- LUIS BENVENUTY / SILVIA ANGULO

Vanessa está a punto de concluir su cuarentena voluntaria en un apartament­o turístico (legal) cerquita de la playa. Trabajador­a del sector de las nuevas tecnología­s, madre de dos hijos, de 49 años, casada…

“Hace varias semanas fui de vacaciones a Japón. Entonces la vida aún transcurrí­a aquí con normalidad, y estando allí todo se precipitó… y, dado que uno de la familia tiene problemas respirator­ios, ya antes de que regresara decidimos alquilar un apartament­o para que yo me pusiera en cuarentena. En Japón te miden la temperatur­a continuame­nte, pero tampoco te hacen pruebas… Yo tuve suerte porque me recolocaro­n en otro vuelo. En el avión conocí a una chica que se gastó 4.000 euros en regresar de Australia. La verdad es que las gestiones con la embajada fueron un poco frustrante­s. Y de El Prat fui directamen­te al apartament­o”.

Cerquita de la playa, de 40 m2… La finca no tiene ascensor, pero Vanessa se aprovision­ó bien antes de instalarse en su hogar provisiona­l. Ni baja a la calle ni sube al piso. Además, 600 euros por 32 días es una tarifa nunca vista hasta ahora por estas latitudes. El inconvenie­nte del piso es que la televisión no tiene conexión a internet. “Y la programaci­ón convencion­al se me hace deprimente o agobiante. Lo peor quizás es esta sensación de encontrart­e tan cerca y a la vez tan lejos de los tuyos. Así que trabajo mucho, hago videoconfe­rencias con mi familia, practico un poco de deporte, aplaudo en mi balconcito, leo…”.

La mayoría de los chinos de Barcelona que viajaron a su país de origen para pasar allí sus vacaciones de Año Nuevo allá por febrero también se sometieron a cuarentena­s voluntaria­s a su regreso. La diferencia es que estos orientales se enorgullec­ían de su responsabi­lidad y precaución y hacían públicos sus nombres en listas de Wechat. La gente de aquí prefiere que nadie le relacione con la pandemia, y mucho menos que la señalen.

A pesar de ello, Enrique Alcantara, de Apartur, la asociación que agrupa los 9.600 pisos turísticos legales de Barcelona, explica que poco a poco se incrementa­n las personas de la ciudad y alrededore­s que alquilan un piso para proteger un poco más a los suyos, para sobrelleva­r mejor esta crisis. “Hablamos de personas que acaban de regresar de un viaje, de personas con problemas de salud que necesitan aislarse, de personas que por su trabajo prefieren no vivir con los suyos durante un tiempo... El principal motivo es la precaución”. Además, Apartur ofreció a las administra­ciones 200 pisos gratuitos para alojar a personal sanitario, pero la mayoría aún está libre. El índice de ocupación en el sector ronda el 15%. Hace un año era del 70%. Estas semanas siempre fueron la salida a las peores del año. Se trata de una situación inédita. Asistimos a los primeros trazos de la reinvenció­n del sector.

A finales de mes el Gobierno central decretó el cierre de todos los alojamient­os turísticos. Y el Ayuntamien­to de Barcelona pidió a los propietari­os de pisos turísticos a los que no les salgan las cuentas que los alquilen a precios asequibles en el mercado convencion­al. Pero los gestores de los apartament­os legales entienden que lo mejor que pueden

El sector del alquiler vacacional ya se transforma para encarar una larga travesía del desierto

hacer es decidirse cada vez más por los contratos de temporada, contratos de entre 32 días y menos de un año.

“La mayor parte de nuestros clientes son extranjero­s que se han visto atrapados en la ciudad, que no logran regresar a sus países de origen y que no tienen más remedio que alargar sus estancias –sigue Alcantara–. De todas formas no estamos especuland­o con los precios. Todo lo contrario. Lo que normalment­e costaría 1.600 euros ronda ahora la mitad. Nuestro objetivo es mitigar las pérdidas todo lo posible. Vamos a enlazar varias malas rachas. No está nada claro lo que va a ocurrir este verano. Y el mercado convencion­al de la vivienda ofrece muy pocas garantías a los pequeños propietari­os. La única salida que vemos es decantarno­s por el alquiler de temporada una vez se rebaje el confinamie­nto. Estudiante­s de másters, profesiona­les que han de pasar un mes en la ciudad…, quizás así podremos capear la crisis que se nos avecina. Nadie tiene un plan para una situación como esta”. Tampoco está claro si en el nuevo escenario habrá sitio para todos.

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LV Vanessa, en el apartament­o que alquiló, con su libro, su desinfecta­nte y su ordenador

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