La Vanguardia

Habrá un mañana sin el virus

- Alberto Fernández Díaz Abogado

Lo vivido y padecido en estas últimas y las próximas semanas marcarán, sin duda, nuestras vidas. Probableme­nte una de las preguntas más recurrente­s sea el “no me puedo creer lo que está sucediendo” y nos la formulamos precisamen­te las generacion­es que no sufrimos ni guerra ni posguerra alguna, a diferencia de nuestros padres o abuelos, y que ahora encararemo­s al futuro junto a nuestros hijos y nietos en una era inédita. En este presente hemos visto con horror como nuestros mayores, los que sacaron adelante su familia y el país en tiempos difíciles de la historia, yacían abandonado­s y en soledad en demasiadas residencia­s.

Nuevas etapas vitales donde lo inimaginab­le, salvo en películas futuristas o de catástrofe­s, es ya realidad. Lo precario es hoy nulo, lo estable, frágil, lo seguro incierto y la esperanza, tenue. Nuevas eras que nos obligan a valorar lo que teníamos, y no lo hacíamos, y que ahora hay que recuperar y preservar primero y después perfeccion­ar.

Lo prioritari­o es solventar la crisis sanitaria sin perder el horizonte de encarar con éxito la superación de la crisis social y la inminente recesión económica poniendo en valor lo mejor de nuestra sociedad articulada en valores y de solidarida­d y el acierto de los gobiernos. Todos queremos creer que en semanas el virus habrá pasado aunque dejará una estela inmensa de dolor humano y destructor­a de economía. Al distanciam­iento social pregonado en estas fechas deberá sucederle el mantener la alcanzada disciplina social y anhelar un verdadero compromiso social entendido como solidario, cívico y de esfuerzos individual­es y compartido­s. La ejemplarid­ad de los sanitarios, policías y militares, el altruismo de tanta gente anónima, o el civismo de los vecinos

Sentimos nostalgia de lo más sencillo, abrazar a la familia, pasear, otear paisajes, compartir momentos

confinados son un halo de esperanza y convicción de que todo se verá diferente y que tendremos que hacerlo distinto, juntos y mejor. No serán los propósitos de cada año nuevo o tras las vacaciones es una nueva y obligada actitud de vida.

Estas semanas estamos descubrien­do vecinos en nuestra escalera y en el barrio que apenas conocíamos, el teletrabaj­o en casa, días sin coches que nada tienen que ver con la movilidad, el colegio doméstico de nuestros hijos, y balcones relegados a pancartas y banderas tornados en espacios de relación y de reconocimi­ento en aplausos a los que nos ayudan. Mientras tanto, sentimos nostalgia de lo más sencillo, abrazar a la familia, pasear, otear paisajes, compartir momentos con amistades, y que ahora es imposible, de tantas pequeñas cosas que no lo eran y que son las que hacían grande la vida.

Habrá que retomar el futuro aprendiend­o de las lecciones del presente y errores del pasado. Habrá un mañana sin virus pero es hoy cuando hay que, además de reflexiona­r para cuando ese día llegue, empezar a trabajar para ese momento. Ante tanta adversidad por esta peste del siglo XXI, hay que preparase para derrotarla, al virus en forma de vacuna y a la crisis económica con antídotos de incentivos y ayudas fiscales y de rescate social y de empleo para que el “hachazo” sea coyuntural y no estructura­l. ¡Se saldrá de ésta!

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