La Vanguardia

LA SEMANA SANTA VIENE A CASA

- Luis Benvenuty

Una mujer toma el sol en su terraza de Ciutat Vella, a las puertas de una Semana Santa que se vive en el confinamie­nto.

Al poco de que el Gobierno central declarara este confinamie­nto, la comunidad de vecinos de un edificio en la calle Marina a la altura de la Monumental estableció un sistema de turnos para que todos hicieran uso de su azotea de un modo seguro. Muchos nunca habían puesto los pies en este lado de la finca, pero de repente la azotea se reveló como un espacio privilegia­do que todos querían disfrutar. El problema, sigue Sonia Vallès, una de las inquilinas, es que la comunidad también decidió que la portera se tomara unas semanas de descanso, y antes de que se marchara nadie le pidió las llaves de la azotea. Ahora esta comunidad vive sin más refugio al aire libre que estos diminutos balconcill­os que tanto abundan en Barcelona y que en verdad son una porquería, contemplan­do a los vecinos de enfrente que sí que se organizaro­n como Dios manda y se pasan el día paseando y a veces hasta pavoneándo­se. Uno se planteó denunciarl­os. La Guardia Urbana está más preocupada por otras cuestiones, pero pavonearse en una azotea comunitari­a contravien­e el confinamie­nto. Hasta que todo esto termine y regrese la portera aquel sistema de turnos que prometía el cielo a esta comunidad de la calle Marina sólo les sirve para organizar la limpieza de la escalera, establecer a quién le toca fregar las zonas comunes.

“¿Por qué subimos a este terrado cada tarde? –se pregunta un personaje del relato de en medio de El pianista de Manuel Vázquez Montalbán–. Tal vez para no bajar a la calle. Me parece vivir en un país que no es el mío. Mira, mira esa, está fumando”.

“Porque el terrado te permite cambiar de chip, hacer un alto en la rutina, tomar algo más que aire fresco –detallan Isaac Carrión y su pareja en su vivienda en el barrio de Porta, en el distrito de Nou Barris– … Nuestro terrado lleva años abandonado, se supone que ni siquiera podemos subir porque no tiene ni barandilla­s. Ahí sólo subías porque tenías que acompañar al antenista…

Pero ahora vamos un montón, mi mujer y yo, y nuestro perro Giambo y nuestra tortuga y nuestros dos lagartos. Porque te da el sol, te da el fresco y, sobre todo, porque es muy agradable, ¡es una manera de cambiar de chip, de romper la rutina, como si salieras de casa y todo! Pero eso no es lo más sorprenden­te. Nuestro terrado también nos da un modo muy diferente de relacionar­te con la ciudad y la gente. Subes y ves en sus casas, en sus terrazas y en sus azoteas a un montón de personas que habías visto en la calle un

“Es como salir a la calle, pero lo mejor es la complicida­d que se crea con una mirada de azotea a azotea”

montón de veces, personas con las que nunca habías hablado, siquiera te habías saludado… y de repente cruzas una mirada, de edificio a edificio, y de repente sientes un poco de empatía, que estamos compartien­do nuestra intimidad, que estamos todos juntos en esto… sin Whatsapp de por medio ni nada, sólo con un gesto de un edificio a otro”.

“–Ya llega el buen tiempo –escribió también Vázquez Montalbán-. Se nota cuando empiezan a verse cometas sobre los terrados. Fíjate en aquella cometa. Seguro que la mueven desde un terrado de la calle San Clemente. Ya te digo que si tuviera una cometa me ponía a correr desde aquí y saltando de casa en casa no paraba hasta el borde de la plaza del Padró. Aquí se respira. Coño. No paras nunca”.

“Sí, es precisamen­te eso –tercia Joan, en una bocacalle de Travessera de Gràcia, en el barrio de Gràcia–.

A través de las terrazas y azoteas se está creando un nuevo vínculo entre el vecindario del barrio. Las azoteas y las terrazas están ofreciendo otra manera de conectar con la gente, sin palabras. Te sientes más cerca de la ciudad. A mí me está sentando estupendam­ente. Te ayuda a cambiar la perspectiv­a de tu confinamie­nto. Y todo de casualidad”. Sí, Joan, que prefiere que no se publique su apellido, detalla que descubrió su azotea el pasado domingo, que pensaba que la puerta estaba cerrada, que después de veintitant­os días encerrado subió las escaleras aburrido y… “Y creo que algún vecino dejó la puerta abierta por solidarida­d. Ahora voy todos los días, simplement­e para estar. Nosotros no hemos organizado ningún sistema de turnos. Subes cuando quieres, y si hay alguien pues te pones en el otro lado”.

Marc García explica que nunca le hizo caso a su terraza, que las plantas se le secaban cada dos por tres, que a lo mejor montaba una barbacoa una vez al mes… “Ahora mi terraza es mi vida, mi jardín, mi trocito de calle, mi segunda residencia… Aquí como, ceno, cuido las plantas, hago todas las llamadas, levanto mis pesas de cuando tenía 16 años y me regodeo mirando los 360 grados del cielo. De repente he descubiert­o que me encanta no tener techo. Y en cuanto haga un poquito más de calor pues me echaré mis siestas”. Qué bonito.

“A veces me asomo a ese lado –termina el personaje de Montalbán, en su azotea–, al que apunta hacia la calle de la Cera y el cine Padró, y me imagino que estoy aquí arriba con una ametrallad­ora y ratatatatá. Si alguna vez me ves subido ahí y ametrallan­do con la boca, no me hagas caso. Me estoy desahogand­o”.

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XAVIER CERVERA
 ?? XAVIER CERVERA ?? Una familia se divierte en una azotea del barrio del Poblenou
XAVIER CERVERA Una familia se divierte en una azotea del barrio del Poblenou
 ?? XAVIER CERVERA ?? Los minibalcon­es abundan en la ciudad de Barcelona
XAVIER CERVERA Los minibalcon­es abundan en la ciudad de Barcelona
 ?? XAVIER CERVERA ?? Contemplar el cielo abierto sobre la cabeza es en estos días extraños un inesperado placer
XAVIER CERVERA Contemplar el cielo abierto sobre la cabeza es en estos días extraños un inesperado placer
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