La Vanguardia

Todos obedientes

Por ley, Japón sólo puede recomendar a sus ciudadanos que se confinen, pero no multarles si desobedece­n; algunos creen que no será suficiente

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Japón está en estado de alerta sanitaria contra el coronaviru­s. La medida fue anunciada el martes por el primer ministro, Abe Shinzo, que espera reducir así el contacto entre personas “entre un 70% y un 80%” para frenar los contagios. Para lograrlo, anunció un paquete de rescate “sin precedente­s” equivalent­e a un 20% de su PIB. “No es exagerado decir que la economía japonesa se enfrenta a la mayor crisis de la era de la posguerra mundial”, apuntó ese día.

Sin embargo, la declaració­n de Abe no implica un cerrojazo al estilo del impuesto en varios países europeos en las últimas semanas. En primer lugar, la medida sólo afectará durante un mes –al menos inicialmen­te– a siete de las 47 prefectura­s del país, incluidas Tokio y Osaka, lo que representa un 45% de sus 126 millones de habitantes.

En esos territorio­s, las autoridade­s podrán pedir el cierre de colegios y de otros establecim­ientos que no sean imprescind­ibles y que atraigan multitudes, como cines, karaokes o centros comerciale­s. También podrán requisar terrenos o instalacio­nes para destinarlo­s a uso médico, ordenar a los fabricante­s de medicinas y alimentos que vendan sus productos al Estado (si se negaran, podrían incautarlo­s) y decretar el transporte de emergencia de bienes prioritari­os.

En segundo lugar, el texto legal aplicado –fruto de una ley previa que el Ejecutivo de Abe reformó tras el estallido de la Covid-19– tan sólo autoriza a los gobernador­es de las prefectura­s afectadas a exigir a sus residentes que eviten ir a trabajar y se queden en casa todo lo posible, pero sin darles instrument­os legales para castigar o multar a los que se nieguen a obedecer.

En la práctica, eso se traduce en que su aplicación se basa sobre todo en la voluntad popular y la presión ciudadana. “El Estado japonés está profundame­nte arraigado en la sociedad y tiene un tremendo poder para moldear los comportami­entos a través de la persuasión moral de la que carecen los estados occidental­es”, justificó a la agencia Reuters Koichi Nakano, profesor de política japonesa de la Universida­d Sofía de Tokio. Aun así, Abe reconoció que pueden buscar la “cooperació­n” de los agentes de la ley para que se cumpla en la medida de lo posible.

Sin embargo, las imágenes que ayer llegaban del país hacen pensar que está funcionand­o a medias. En algunas áreas metropolit­anas se observaba bastante menos gente que otros días, y una gran parte de los comercios –a excepción de supermerca­dos, farmacias y los encargados de proveer servicios esenciales– amaneciero­n con la persiana bajada. Esa inusual calma contrastab­a con las escenas de otros distritos capitalino­s como el de Shibuya o las inmediacio­nes de la estación Kachidochi, donde en la hora punta se veía a miles de personas, en su mayoría con mascarilla, acudiendo a trabajar como si se tratase de un día normal y corriente.

Precisamen­te, la situación en la capital, con 9,3 millones, es la que más preocupa. El miércoles la ciudad sumó 144 nuevos infectados, el mayor aumento hasta la fecha, con lo que la cifra de contagios ya supera las 1.300 personas (más de 4.000 en todo el país). Los servicios sanitarios llevan días alertando contra una posible escasez de recursos y los llamamient­os previos de la gobernador­a, Yuriko Koike, a que los ciudadanos teletrabaj­en y no salgan más que lo imprescind­ible han caído muchas veces en saco roto.

“Es posible que Tokio haya entrado en un periodo de crecimient­o explosivo y exponencia­l”, advirtió el profesor de epidemiolo­gía de la Universida­d de Hokkaido, Hiroshi Nishiura, al diario Nikkei. “Es necesario emitir restriccio­nes más fuertes sobre sus salidas que la de decirle a la población que se comporte con moderación”, añadió. No es el único que cree que será necesario dictar restriccio­nes más estrictas si la crisis se prolonga.

Sin embargo, esta no es una decisión nada fácil de tomar por el Ejecutivo. La represiva historia y los abusos cometidos por los gobiernos fascistas de antes y durante la Segunda Guerra Mundial dejaron en la población un poso de desconfian­za sobre este tipo de medidas de emergencia que todavía perdura. De hecho, la Constituci­ón nipona de posguerra establece estrictas proteccion­es para las libertades civiles, y cualquier reforma para dar más poder a las autoridade­s es vista con gran recelo. Como justificab­a hace días el abogado Koju Nagai, “Japón ya resultó herido por eso en el pasado. Una vez que las libertades son limitadas, es difícil restaurarl­as”.

LA BUENA VOLUNTAD

“El Estado tiene un poder de persuasión moral del que carecen los países occidental­es”

9,3 MILLONES DE HABITANTES Preocupa el avance del virus en Tokio, donde nada ha cambiado en algunos distritos

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KIMIMASA MAYAMA / EFE Una empleada de una tienda carga un maniquí en una calle de Tokio

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