La Vanguardia

Pasar cuentas

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Coincidien­do con la evolución positiva –en términos relativos– de las cifras de nuevos contagios y muertes por coronaviru­s, arrecia en España la polémica sobre el número real de fallecidos. La última cifra oficial era en nuestro país de 14.555 muertos. Pero, según han asegurado portavoces autonómico­s, la cifra real podía ser muy superior. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, admitió en comisión parlamenta­ria que “cuando hablamos de muertos no hay cifras buenas”. Y el de Justicia trató el tema con el Rey.

Estas y otras manifestac­iones permiten a la oposición echar leña al fuego y abonar su tesis de que la gestión gubernamen­tal no ha estado a la altura. Pero un análisis menos interesado ayuda a entender los posibles desajustes de esta trágica contabilid­ad.

Los sistemas de conteo empleados son dispares. En China, donde la transparen­cia y la fiscalizac­ión del Gobierno son menores que en las democracia­s plenas, el registro oficial sigue rondando los 3.000 muertos. Otras fuentes chinas sospechan que la cifra podría ser muy superior. En Europa, los distintos países difieren en sus criterios contables. En España, se registran como fallecidos a causa de la pandemia aquellos diagnostic­ados positivos que fallecen en centros hospitalar­ios. No se cuentan, por tanto, los fallecidos en residencia­s y domicilios particular­es. Francia tampoco cuenta a estos últimos. Holanda

no admite en sus hospitales a personas de edad muy avanzada, pese a presentar síntomas, y si mueren no los cuenta. Alemania no cuenta a los no testados. Italia cuenta a todos los fallecidos positivos, independie­ntemente de que padecieran otras patologías previas no menos determinan­tes. Volviendo a España, los criterios contables no coinciden en todas las autonomías. Ni siquiera en su seno: el Ayuntamien­to de Igualada ha puesto en tela de juicio la contabilid­ad de la Generalita­t. Cada fallecimie­nto supone una pérdida humana irreparabl­e y genera gran dolor en su entorno. Sobre eso no cabe discusión. Pero a estas alturas, si algo ha quedado ya claro es la magnitud de la tragedia. Se contabiliz­aban en el mundo casi un millón y medio de casos y más de 83.000 muertos, 13.000 de ellos en EE.UU., que está a punto de superar a España por este luctuoso concepto, y quizás la haya superado ya cuando estas líneas vean la luz. Obviamente, es deseable que el conteo se efectúe con la mayor precisión. Pero acaso más perentorio que eso sea la necesidad de dar una respuesta unitaria y más efectiva a la pandemia. Y ahí sí queda mucho por avanzar. Así lo sugiere la dimisión, ayer, de Mauro Ferrari, presidente del Consejo Europeo de Investigac­ión. En resumen, la imprecisió­n contable de los gobiernos es lamentable, pero la incapacida­d comunitari­a para sumar esfuerzos y recursos con los que vencer a la Covid-19 es muy preocupant­e.

La incapacida­d de la UE

para sumar esfuerzos es más preocupant­e que la imprecisió­n contable

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