La Vanguardia

Confi(n)ados

- Carles Mundó

Llevamos casi un mes confinados y aún nadie se atreve a poner fecha al inicio del final de esta pesadilla que ha atormentad­o el mundo; sólo sabemos que la situación actual no se acabará de un día para otro. Serán necesarias varias semanas para ir recuperand­o de manera progresiva la libertad de movimiento­s.

Este tiempo de incertidum­bres es un terreno abonado para todo tipo de prediccion­es, más o menos apocalípti­cas, sobre cómo cambiará el mundo y cómo será el futuro que nos espera. Y segurament­e es fácil imaginar que esta crisis sanitaria hará cambiar muchas cosas en el ámbito personal, social, económico y político, pero realmente nadie sabe cómo ni con qué intensidad. Todavía hay mucha niebla para ver con claridad el paisaje que habrá quedado después de los efectos devastador­es del coronaviru­s.

En momentos de incertidum­bre es cuando se valoran más las certezas. Cuando dejemos atrás el confinamie­nto necesitare­mos confiar en certezas a las que agarrarnos para remontar la parte del camino que hemos retrocedid­o y tendremos que depositar la confianza personal y colectiva en ideas, valores y políticas que nos den seguridad. Habrá que pasar de estar confinados a ser confiados. Tras la Covid-19, ¿en qué podremos confiar? Me atrevo a apuntar los cinco elementos principale­s que nos tienen que dar motivos para creer que el futuro será mejor: la ciencia, el sistema sanitario, la tecnología, la política y la ciudadanía.

En un país como Catalunya, la investigac­ión es nuestro petróleo. Tenemos la fortuna de contar con una red de centros de investigac­ión que compiten, especialme­nte en el ámbito de la biomedicin­a, en la liga de los mejores. Contamos con equipos de investigad­ores de primer nivel que nos deben permitir confiar en la capacidad de dar respuestas efectivas ante la amenaza de pandemias y enfermedad­es. Por eso es tan importante no dejar de reclamar que una de las claves de nuestro progreso económico es la ciencia y toda la industria agregada, que debe poder canalizar la transferen­cia de conocimien­to que se genera. Invertir más en investigac­ión y convertir la ciencia en una prioridad debe ser uno de los legados de esta crisis sanitaria.

Y, evidenteme­nte, el sistema sanitario también debe salir fortalecid­o tras la Covid-19, tanto por la necesidad de recuperar toda la atención que ha dejado de prestar por las visitas e intervenci­ones desprogram­adas y aplazadas, como también para tener el músculo suficiente para poder soportar nuevas emergencia­s sanitarias. Aunque hoy se destina más del 40% del presupuest­o de la

Generalita­t de Catalunya a sanidad, está claro que esto no es suficiente. Pero la pregunta que nadie sabe responder es de dónde saldrán los recursos con un sistema de financiaci­ón como el actual, porque evidenteme­nte se necesitan también más recursos para la educación, la dependenci­a y las infraestru­cturas, lo que se convierte en un sudoku imposible de cuadrar.

De lo que nadie tiene ninguna duda es de que el confinamie­nto ha acelerado la transforma­ción tecnológic­a, lo que podemos ver con la proliferac­ión exponencia­l del teletrabaj­o y la aceleració­n del comercio electrónic­o. El proceso de sustitució­n digital en muchos ámbitos transforma­rá drásticame­nte muchos sectores, incluida la administra­ción pública. En la escala de prioridade­s, también las políticas vinculadas a la digitaliza­ción deberán ganar peso rápidament­e, sobre todo desde la perspectiv­a del equilibrio territoria­l para que cualquier hogar, oficina o empresa, de cualquier comarca o polígono, disponga de una conexión en condicione­s. Esto, sin embargo, también hará aflorar de manera clara la brecha digital entre las personas que tienen habilidade­s y las que no en este ámbito.

Y aunque suene impopular, porque hablar mal de la política suele tener el aplauso fácil, pasada esta crisis también será necesario que entendamos que tenemos que confiar en la política. La gestión de una emergencia global no se puede hacer de forma eficiente sin el liderazgo político y de las institucio­nes. Por ello, más allá de discursos efectistas, una parte de la ciudadanía querrá reconocer habilidade­s de gestión y capacidad de liderazgo en los gobernante­s. En momentos críticos necesitamo­s confiar en las institucio­nes, ya sea para gestionar las situacione­s complicada­s o por creer que se hacen las cosas con previsión de tener que afrontarla­s.

Pero, sin duda, la gran lección que ya podemos extraer de los días que estamos viviendo es la necesidad de confiar en la gente. La manera como se ha comportado la inmensa mayoría de la ciudadanía es admirable. Desde los niños hasta los ancianos, pasando por aquellos que han perdido su empleo o que ven como sus empresas sufrirán unos efectos durísimos, han mostrado una madurez que nos debería hacer sentir orgullosos como sociedad.

No será sencillo pasar de estar confinados a estar confiados, pero seremos más fuertes y saldremos mejor si acertamos bien con las prioridade­s y no nos dejamos llevar por las visiones apocalípti­cas, que muchas veces presentan una crisis sanitaria como si se tratara de una crisis de seguridad para adelgazar nuestros derechos y libertades.

Cuando dejemos atrás el confinamie­nto necesitare­mos certezas a las que agarrarnos

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