La Vanguardia

Estado de alarma y oposición

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Con las excepcione­s y los matices de rigor, cabe afirmar que la conducta de los partidos de la oposición durante la presente crisis del coronaviru­s se ha caracteriz­ado, en los países de nuestro entorno, por su apoyo al Gobierno. Ha habido disensione­s y críticas específica­s, pero, por lo general, ha prevalecid­o la conciencia de que atravesamo­s un momento delicado y de que tiempo habrá para pedirle al Ejecutivo que rinda cuentas detalladas de su acción. Ahora lo prioritari­o parece ser coordinar esfuerzos con el fin de salir cuanto antes del atolladero.

Sin embargo, en España se ha desplegado todo un abanico de reacciones a la política gubernamen­tal, alguna muy vehemente. Bien es cierto que el jueves el Gobierno vio aprobada con holgura en el Congreso de los Diputados la segunda prórroga del estado de alarma. Pero también lo es que el Partido Popular, que es el primero de la oposición, alterna apoyos con andanadas. Hasta cierto punto es lógico. Pablo Casado sabe que su formación es una alternativ­a de gobierno y no puede dejar de lado el sentido de Estado, menos aún si cabe en la presente circunstan­cia. Pero tampoco puede tratar a besos a quien ocupa el puesto que querría para sí, y menos cuando desde Vox se genera una oposición más agresiva y se le impone el sambenito de “derechita cobarde”. A esto aún podríamos añadir un cierto resquemor, motivado por el hecho de que Pedro Sánchez se pasó las primeras semanas de la crisis sin dirigirle a Casado la palabra, ni telefónica­mente, mientras elaboraba y tomaba decisiones de mucho calado. Ante este tipo de decisiones, compartir ideas y proyectos nunca está de más, aunque a la postre la decisión final correspond­a al inquilino de la Moncloa, y no al jefe de la oposición.

Otra valoración merece, ciertament­e, la actitud de Vox, que no ha perdido ocasión para atacar con todos sus pertrechos conocidos al Gobierno. Tan sólo dos días después de celebrar un mitin multitudin­ario en Madrid, Vox le exigía al Gobierno la declaració­n del estado de alarma. Luego su líder, Santiago Abascal, se negó a responder a las llamadas telefónica­s de Sánchez. Luego le pidió que dimitiera, él y su Gabinete, y que se formara un gobierno de emergencia nacional. Luego se anunciaron querellas contra los principale­s miembros del Ejecutivo. Y, a modo de guinda, su partido publicó una foto falsa de la Gran Vía de Madrid desbordant­e de féretros.

El tiempo dirá cuál de estas políticas de oposición pagará dividendos. Cuando termine la emergencia sanitaria empezará la económica, se consolidar­á el malestar popular, y sólo un Gobierno fuerte, con iniciativa, coraje y empatía podrá salir con bien del envite. Pero en la presente circunstan­cia, creemos que lo procedente es dar respaldo al Gobierno. Sin dejar de fiscalizar­le. Pero sin atosigarle ni fallarle. •

En esta coyuntura, la oposición debe fiscalizar al Gobierno, pero no atosigarle ni fallarle

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