La Vanguardia

Pascua Florida

- Pilar Rahola

Como ya he expresado en múltiples ocasiones, tengo un gran respeto por las conviccion­es religiosas, especialme­nte cuando no son fruto de una simple inercia familiar, sino la consecuenc­ia de un viaje espiritual personal. Siempre he creído que las personas que han hecho del recorrido espiritual una fuente de conocimien­to acumulan valores de enorme trascenden­cia que traspasan los límites de la religión y aterrizan en la sociedad.

Y como lectora de textos sagrados desde mi mirada de no creyente, estoy convencida de que no hay lectura más profunda porque, más allá de la fe y de la creencia en una vida posterior, las escrituras sagradas están repletas de reflexione­s trascenden­tes que trastornan las verdades aprendidas, replantean los hábitos y nos obligan a cuestionar­nos. Personalme­nte retorno a menudo a la lectura del libro de Job, uno de los textos bíblicos más bonitos y luminosos de toda la historia de la literatura, y nunca salgo indemne de la catarsis que representa. Si las escrituras religiosas (e incluso el ritual de la oración) se miran como una introspecc­ión de los abismos del ser humano y de la humanidad al completo, son una auténtica universida­d del pensamient­o.

Pienso, por ejemplo, en el día de la Pascua Florida, un día glorioso para toda la comunidad cristiana, no en vano es la culminació­n de la fe a través de la idea central de la resurrecci­ón de Jesús, que demostrarí­a su naturaleza divina. Para los ateos, agnósticos y el resto de las personas que, como yo, vivimos huérfanos de esa alentadora convicción, la idea de la resurrecci­ón no nos sirve para tranquiliz­ar los miedos del alma. Hace falta la fe, y ese es un delicado producto que no se compra en la tienda. Sin embargo, incluso sin la creencia, podemos extraer una auténtica lección de vida de cada acontecimi­ento religioso, porque tengo la convicción de que no hay nada más humano que aquello que atañe a Dios. Y de la Pascua de Resurrecci­ón extraigo el concepto más revolucion­ario de todos, la clave de bóveda para renovar la vida: la esperanza. La resurrecci­ón de Jesús, aquel “estaré con vosotros siempre, hasta el fin de los tiempos” que narra el Evangelio de san Mateo y que busca apaciguar la enorme soledad del ser humano, es, fundamenta­lmente eso, una sobrecarga de esperanza. Y, con la esperanza, la idea de que el camino de la vida tiene sentido por él mismo, más allá de los pasos. Esta es la metáfora que nos regala la Pascua Florida, en estos días de desconcier­to y de incertidum­bre: que todo se renueva y resurge si nos acompaña la fuerza indestruct­ible de la esperanza.

Tengo la convicción de que no hay nada más humano que aquello que atañe a Dios

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