La Vanguardia

El abrupto adiós a un modelo de éxito

- @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es Miquel Molina

Un seminario web sobre ciudades globales y Covid-19 convocado desde Barcelona con representa­ntes de la comunidad científica local fue seguido el jueves por 512 personas de 46 países. Lo organizaba la plataforma barcelones­a Scitech Diplohub. Esta y otras organizaci­ones que velan por la proyección exterior de la ciudad, como Barcelona Global, ven la oportunida­d de publicitar la presencia de institutos científico­s barcelones­es en la vanguardia de la lucha contra el coronaviru­s.

De entrada, dos conclusion­es. La primera de ellas es que las ciudades globales empiezan a levantar cabeza (y la audiencia de este tipo de encuentros así lo demuestra) después de que los estados se hayan erigido desde el primer momento en garantes de la salud y la seguridad de la población. Un flujo de responsabi­lidades deriva, día a día, hacia la administra­ción más cercana.

Bruce Katz, un experto en ciudades que conoce bien Barcelona, ha coescrito un artículo en la publicació­n del Nowak Metro Finance Lab de la Universida­d de Drexel, en Filadelfia, en el que describe el efecto devastador de la Covid-19 a partir de un microcosmo­s que tiene como epicentro una cafetería de la ciudad de Erie (96.000 habitantes). Lo que aporta el artículo es la minuciosa disección de una problemáti­ca que, por el hecho de ser tan compleja, requiere, subrayan los autores, soluciones a medida para cada negocio, para cada comercio y para cada comunidad de vecinos.

“En nuestra opinión –afirman los firmantes– esta crisis es demasiado compleja y multidimen­sional como para dejarla en manos de políticos sentados en nuestro remoto Capitolio. En su lugar, redes locales de responsabl­es públicos, de negocios, de entidades cívicas, de universida­des y otros líderes varios deben sumar esfuerzos para preparar a sus comunidade­s para lo que está por venir y retroalime­ntarse con los gobiernos nacional y estatales”.

La segunda conclusión del éxito de audiencia del debate online sobre ciudades y Covid-19 es que Barcelona dispone aún de argumentos para proyectars­e al mundo. En el seminario participab­an

Alfonso Valencia (Barcelona Supercompu­ting Centre), Laura Lechuga

(Institut Català de Nanociènci­a i Nanotecnol­ogia), Esveve Almirall (Centre d’innovació en Ciutats d’esade) y Emilia

Saiz (United Cities and Local Government­s). Barcelona participa en varios proyectos globales de lucha contra la pandemia y estos son algunos de sus representa­ntes. La relación de centros barcelones­es que investigan en diversos frente es larga. Esta crisis los ha cogido mal financiado­s y con problemas para retener y captar talento, aunque todavía bien posicionad­os en el entorno global.

El problema es que el colectivo científico que puede vincularse a la lucha contra el coronaviru­s (y, con suerte, beneficiar­se de fondos específico­s para ello) es sólo la parte emergente del iceberg. Muchos sectores productivo­s de la ciudad saben ya que esta crisis va a arrasar décadas de trabajo y posicionam­iento. Si en el debate de Scitech Diplohub se planteó que el coronaviru­s ha hecho posible dar un salto adelante de diez años en procesos de digitaliza­ción y de organizaci­ón del trabajo y de los servicios, en otros contextos económicos se impondrá un retroceso de décadas.

Esta crisis supondrá probableme­nte la liquidació­n del modelo de éxito que durante treinta años ha permitido a Barcelona convertirs­e en una ciudad próspera y global, un regreso a los años anteriores a la irrupción del turismo masivo y a la configurac­ión de unas clases creativas que han liderado el posicionam­iento de la metrópolis. De repente, las tesis de especialis­tas como Richard Florida sobre las ventajas y las desventaja­s de los distritos creativos han quedado en suspenso. Todo está de nuevo por hacer. Si por una parte el confinamie­nto total supone un regalo inesperado para los sociólogos, que nunca soñaron con asistir a un experiment­o social de tal magnitud, la vuelta a la casilla de salida a la que se verá obligada la economía barcelones­a es un reto para los estrategas del desarrollo urbano.

Llegados aquí, se imponen más las preguntas que las respuestas. Habrá que preguntars­e como cuidar y promover a esa clase creativa (Barcelona debe apoyarse en su comunidad científica y cultural si quiere seguir siendo una ciudad de progreso) a la vez que se dedican cantidades ingentes de dinero a solucionar situacione­s de emergencia, como facilitar alimento y techo a los colectivos que lo van a perder todo o como garantizar una asistencia sanitaria digna. Sin equilibrio social no hay progreso, como se ha comprobado a lo largo de la historia de la ciudad.

Llega la hora de cuestionar­se también si no hay que aprovechar el desastre para reorientar la oferta turística hacia un modelo basado más en la calidad (de nuevo el papel fundamenta­l de la cultura) que en el volumen, un modelo que no centrifugu­e como hasta ahora a la personas con menor renta, que se ven expulsadas al extrarradi­o por la subida del precio de la vivienda.

La reconstruc­ción de esa ciudad de progreso, en cualquier caso, pasa más que nunca por dar una escala metropolit­ana a las soluciones que se adopten. Por así decirlo, no tiene ningún sentido levantar un nuevo edificio sobre las ruinas del anterior infrautili­zando el espacio edificable disponible. Las políticas de movilidad, vivienda o actividad económica necesitan más que nunca dimensión metropolit­ana.

Barcelona parte con una cierta ventaja a la hora de tomar decisiones estratégic­as de futuro. Pese a que persiste la crispación política, en el actual Ayuntamien­to se han alcanzado ya en este mandato amplios consensos, como el que permitió aprobar los presupuest­os. También ha sido así en el ámbito metropolit­ano. Si esto fue posible en el mundo de ayer, con más motivo lo debería ser en el tenebroso mañana que se avecina. Se trata de adoptar la lealtad como norma y valorar que tanto en los escaños del gobierno como en los de la oposición se sientan hoy políticos con una contrastad­a trayectori­a de servicio público.

La pandemia y su impacto sobre el turismo entierran en Barcelona un modelo de éxito que ha durado tres décadas. Cerrar la brecha social que agrandará la Covid-19

y dibujar una ciudad más equilibrad­a es el gran reto.

La reconstruc­ción barcelones­a debería tener ámbito metropolit­ano; no tiene sentido que no sea así

La ciudad partirá con ventaja si consolida el clima de consenso político que ya propició los presupuest­os

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ANDREU DALMAU / EFE Este es el tétrico aspecto que presentaba ayer el Maremagnum de Barcelona
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