La Vanguardia

Somos pinturas de Hooper

- Màrius Carol

El escritor de Nueva Orleans, Michael Tisserand, ha dicho en su cuenta de Twitter que “todos somos pinturas de Edward Hooper ahora”. Los cuadros de Hooper están protagoniz­ados por personajes -y paisajes- que están atenazados por la soledad, el ensimismam­iento, la melancolía. Un poco como nos encontramo­s después de un mes encerrados en casa, sin saber cuándo saldremos del confinamie­nto, ni en qué condicione­s. Si uno observa, por ejemplo, obras como Sol de la mañana (una mujer que mira por la ventana), Autómata (una dama sola en un bar concentrad­a en su café) o Habitación de hotel (una joven en un hotel con las maletas sin deshacer) tiene la sensación de que estos personajes no saben qué hacer con su vida. En The Guardian, el crítico de arte Jonathan Jones se pregunta: “Cuando se eliminan las libertades de la vida moderna, qué queda sino la soledad”.

Nos está tocando vivir tiempos que invitan a la desmoraliz­ación, así que es importante que intentemos vivirlos lo más acompañado­s posible. Si no puede ser con la proximidad de la gente que nos quiere, al menos hagámoslo con la cercanía distante de los balcones o de los móviles. Y exijamos a nuestros políticos, más allá de tomar las mejores decisiones, comprensió­n, empatía y afecto. La comparecen­cia del miércoles del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, careció de todo ello. Puestos a buscar citas, pudo encontrar una que no fuera de Orson Welles: “Primero la vida, después el cine”. Una manera de decir, ahora no molesten que tenemos cosas más importante­s que resolver. Las críticas le han llovido al ministro. E incluso se promovió un apagón cultural de 48 horas, donde muchos artistas dejaron de colgar contenidos culturales. El director teatral Lluís Pasqual se ha significad­o con una carta a Rodríguez Uribes, donde le recuerda que el arte se ha convertido en un refugio para millones de ciudadanos a fin de aliviar esta situación dramática y que nadie discute la prioridad sanitaria, pero que el sector cultural se ha venido abajo al tener que cerrar puertas y no existe ningún plan para reflotarlo. Y le dio a conocer otra cita, esta de Winston Churchill –a quien vamos a gastarle el nombre en esta crisis–, que en plena II Guerra Mundial y, ante la propuesta de reducir el presupuest­o de Cultura para traspasar asignacion­es al de la Guerra, se negó: “Si sacrificam­os nuestra cultura, ¿alguien me puede explicar para qué hacemos la guerra?”.

La comparecen­cia del ministro tampoco gustó en Moncloa, así que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se reunirá la próxima semana junto con Uribes con una representa­ción del sector. Hay países como Alemania, Francia o el Reino Unido que han priorizado las medidas para salvar la Cultura de la epidemia. Juan Diego Botto, en la noche de los Goya, solo le pidió a Pedro Sánchez “parecernos en cuidado, cariño y mimo al cine francés”. Y eso vale para toda la cultura, que no puede esperar más. Para que no se nos quede permanente­mente la mirada perdida de los personajes de Hooper.

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