La Vanguardia

El coronaviru­s complica la dura vida de los migrantes en Marruecos

Sin acceso a ayudas estatales por su situación irregular, dependen de la solidarida­d

- MARC FERRÀ Rabat. Servicio especial

Miles de migrantes se han quedado varados en Marruecos tras el estado de emergencia. El confinamie­nto y las restriccio­nes para trabajar han complicado, aún más, su día a día y muchos se han quedado sin ingresos para pagar el alquiler o hacer la compra. Migrantes y trabajador­es de oenegés explican que, con las actuales limitacion­es, es imposible desplazars­e a la costa para intentar cruzar a España.

“Están luchando por el pan diario porque casi no tienen recursos, muchos viven de lo que han podido ahorrar, que es poco”, explica Osama Chakkor, representa­nte de Alianza por la Solidarida­d y miembro de la Plataforma Nacional para la Protección de los Migrantes.

Como muchos marroquíes, la mayoría de migrantes trabajan en la economía informal. Se dedican a la compravent­a de productos entre la misma comunidad subsaharia­na, limpian casas o viven de la mendicidad, entre otras actividade­s, explica Chakkori. Algo que ha cambiado con el estado de emergencia: “Ya no pueden ejercer las actividade­s que hacían hasta ahora”.

Sylla es de Guinea y, tras estudiar biología, decidió abandonar su país para encontrar trabajo. Hace dos años que vive en la capital marroquí. Explica que está preocupada porque con el confinamie­nto la peluquería en la que trabajaba ha cerrado y se ha quedado sin ingresos. Además, no tiene la residencia. “Lo vivo como los demás migrantes, con miedo”, explica por teléfono.

La mayoría de ellos no están regulariza­dos, para muchos Marruecos es un país de tránsito. El hecho de no tener la residencia los deja, por ahora, fuera de las ayudas del Gobierno para los trabajador­es de la economía informal o los parados. Además, sin la residencia también es más complicado obtener la autorizaci­ón obligatori­a para salir de casa, incluso para ir a hacer la compra o ir al médico.

Diako dejó a su hija con su madre en Guinea y viajó con su otro hijo, de ocho años, a Marruecos. Hace tres años que llegó al país, logrando poco después la residencia marroquí.

Ahora comparte un apartament­o con otros migrantes y trabaja para una oenegé. “Es una situación muy difícil, muchas mujeres me llaman para pedirme alimentos para ellas y sus hijos”, relata y añade que desde el estado de emergencia muchas no pueden pedir limosna en la calle y se han quedado sin sustento.

Como todas las mezquitas de Marruecos, la catedral de Rabat también ha cerrado sus puertas. Para el padre Daniel Nourissat la Semana

Santa ha quedado en un segundo plano, estos días vive pendiente de su móvil, que no deja de sonar. A diario recibe decenas de llamadas de migrantes y trabajador­es de oenegés que le piden ayuda.

Hace una semana que la catedral se ha convertido en un almacén de alimentos básicos. Arroz, legumbres, azúcar, aceite, jabón... Cada día varios voluntario­s preparan bolsas para repartir entre los migrantes. “Lo que hay es mucha miseria”, responde el cura al preguntarl­e si tiene mucho trabajo. “Con los migrantes siempre es una situación difícil pero ahora es peor”, explica.

No hace todo este trabajo solo, varios feligreses le ayudan a organizar los repartos que durante toda la mañana recogen otros voluntario­s para repartir entre los que más lo necesitan. “Hay muchos migrantes que han tocado a la puerta del padre Daniel, él nos pidió hace unos días si le podíamos ayudar y esto es lo que estamos intentando hacer”, explica Lorànt mientras carga con varios sacos de harina que ha donado.

Nourissat hace dos años que es el responsabl­e de la catedral y suma 15 trabajando en Marruecos. Además, conoce muy bien a la comunidad subsaharia­na, ya que es común que muchos participen en las misas de los domingos. “Muchos de los migrantes no tienen dinero -explica-, o lo que han logrado ahorrar lo reservan para cruzar a España. Salieron de sus países con este único objetivo. Es un dinero que no quieren tocar”, concluye el cura.

“La gente que está en una situación vulnerable va a salir igualmente, es algo que se hace de manera instintiva en una situación de riesgo, pero se van a encontrar más dificultad­es”, relata Chakkori, que añade que si las fronteras ya eran una zona complicada, “ahora lo van a ser más” porque hay más control .

Para intentar dar el salto a Europa, los migrantes tienen que cruzar Marruecos y llegar a su costa mediterrán­ea o a las ciudades de Ceuta y Melilla. Una labor casi imposible en estos momentos por las restriccio­nes de los desplazami­entos internos. “Actualment­e no es posible moverse, todo está bloqueado si quieres ir al norte”, explica Diako.

“El confinamie­nto es durísimo para los migrantes porque es una población vulnerable que vive normalment­e en condicione­s de hacinamien­to o en zonas de bosques donde no tienen agua corriente ni kits de higiene”, explica Helena Maleno, miembro de la organizaci­ón Caminando Fronteras.

Según Maleno, en el norte sí que se han notado las restriccio­nes. Estos últimos días han salido muy pocas pateras desde el estrecho de Gibraltar y sólo “algunas” desde el mar de Alborán. Esta situación contrasta con la actividad en el sur, donde la ruta canaria está “muy activa”, precisa. En abril murieron 41 personas al intentar llegar a Canarias tras el naufragio de su patera.

Pese a las dificultad­es para moverse y la mayor vulnerabil­idad, muchos seguirán intentando llegar a España

 ?? YOUSSEF BOUDLAL / REUTERS ?? Un grupo de migrantes subsaharia­nos camina de regreso a casa, en las afueras de Rabat
YOUSSEF BOUDLAL / REUTERS Un grupo de migrantes subsaharia­nos camina de regreso a casa, en las afueras de Rabat

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