Una tragedia relativa
Macron asegura que la reconstrucción de Notre Dame, paralizada por la pandemia, continúa siendo prioritaria y se completará de aquí al 2024
Ningún monumento, por histórico que sea, vale más que una vida humana. La campana de la torre sur de Notre Dame repicó ayer, a las 8 de tarde, como homenaje a los sanitarios que lidian con la Covid-19, la plaga inmisericorde que mata cada día a miles de personas en todo el mundo. Un segundo motivo, secundario, para el tañido de la campana fue recordar el incendio que dejó maltrecha la catedral de París hace justamente un año.
Pese a la emergencia sanitaria y económica sin precedentes que sufre Francia, el presidente Emmanuel Macron quiso asegurar al país que la reconstrucción de Notre Dame continúa siendo una prioridad nacional. El jefe de Estado dijo que el templo estará reparado de aquí al 2024, tal como prometió, aunque las obras se hallan ahora paralizadas por la pandemia.
Los estragos del coronavirus relativizan el desastre de Notre Dame. Hubo un daño enorme al patrimonio histórico y un fuerte impacto emocional en los creyentes, pero el incendio se saldó sin ninguna víctima. Con todo, Macron, en un mensaje de vídeo en su cuenta de Twitter, quiso dejar claro que la catedral no va a ser descuidada. El objetivo de reconstrucción en cinco años, para que coincida con los Juegos Olímpicos del 2024, no se ha alterado, por más que muchos expertos duden sobre su viabilidad
Macron dio las gracias de nuevo a los bomberos, policías y operarios,y a los 340.000 donantes de todo el mundo que se han comprometido a aportar más de 900 millones de euros. Según el presidente, Notre Dame será “un símbolo de la resiliencia de nuestro pueblo, de su capacidad de superar las pruebas y de volver a levantarse”.
Las obras fueron interrumpidas el pasado 16 de marzo, coincidiendo con el inicio del confinamiento. Estaba previsto proceder a desmontar la estructura de andamio de 500 toneladas que había antes del siniestro –porque se efectuaban obras de mantenimiento–y que aún cubre parte de la catedral. Las altas temperaturas deformaron el andamio, por lo que debe ser desmontado pedazo a pedazo. Quitar esos tubos metálicos es una tarea delicada, pero imprescindible para evitar que haya nuevos derrumbes y estabilizar definitivamente el templo.
Era imposible que los operarios pudieran cumplir simultáneamente con dos protocolos, el obligatorio de mantener distancias para evitar el contagio de la Covid-19 y el que ya seguían por la contaminación por plomo, que exigía varias duchas al día y el cambio de la indumentaria. Restaurar un edificio de este valor patrimonial conlleva, además, un labor cercana entre las personas que lo realizan in situ.
El incendio destruyó el envigado medieval que sostenía el tejado y la flecha superior. El colosal brasero en que se convirtió Notre Dame fundió 300 toneladas de plomo, un metal tóxico que se volatilizó, contaminando la zona y desencadenando la airada protesta de los grupos ecologistas y de las asociaciones de vecinos. Parte del plomo llegó hasta el agua del Sena.
Un año después del incendio, aún no se sabe qué proyecto de reconstrucción será escogido. Está pendiente convocar un concurso internacional. La incógnita principal reside en la filosofía por la que se optará, si será una reconstrucción muy fiel al original o se introducirán elementos vanguardistas, como el titanio o el cristal. Hay opiniones para todos los gustos. Por difícil que sea, el reto de recuperar Notre Dame parece ahora muy menor frente al que afronta Francia para dejar atrás la pandemia y curar sus heridas económicas y sociales.
Las campanas de la torre sur repicaron a las 8 de la tarde como homenaje a los sanitarios