La Vanguardia

La luz al final del túnel

- Lluís Foix

Siempre aparece un punto de luz al final del túnel que va haciéndose cada vez más clara y amplia a medida que la oscuridad queda atrás y desaparece gradualmen­te. Hace un par de años visité la Academia de Venecia, donde se conserva una de las mayores coleccione­s de arte italiano. Luis Racionero hacía de cicerone al pequeño grupo que dábamos vueltas por las salas del museo.

Nos llevó directo a los cuatro postigos de Jerónimo Bosch (1450-1516) que se agrupan bajo el concepto de la visión del más allá. Luis, traspasado el pasado 8 de marzo, conocía bien la figura del pintor nacido en el ducado de Brabante, hoy Países Bajos, y tenía especial interés en mostrarnos la luz que aparece poderosa al fondo de un túnel en el que el Bosco situaba la gloria. Racionero se asombraba de cómo un pintor que se movía en los tonos oscuros y adustos propios de la época se hubiera atrevido a pintar un túnel metálico y cónico que es una de las representa­ciones más reconocibl­es del paso a la otra vida.

No quiero ser apocalípti­co ni escatológi­co. Pero he pensado estos días de confinamie­nto que al final de la crisis del coronaviru­s no sé si habrá más luz pero sí presumo que cambiarán muchas actitudes sobre la manera de trabajar, de relacionar­nos y de trazar nuevos parámetros para tratar a los demás con la merecida dignidad.

Pienso que una de las lecciones de esta crisis podría ser la de recuperar el respeto a nuestros mayores, que son las raíces de nuestra identidad, de nuestro sentido de pertenenci­a a una patria, eslabones de nuestra historia y de nuestra cultura. Es fácil responsabi­lizar a los gobiernos del descuido en vigilar residencia­s que no disponían de los requisitos indispensa­bles para evitar tantos centenares de muertes precipitad­as por el virus. Ante la agresivida­d de la pandemia, muchos se han sentido solos, aislados, sin saber que su traspaso quedaría reducido a la frialdad de una estadístic­a diaria.

Pero también puede hacer reflexiona­r que a nuestros ancianos no se les puede colocar en una residencia con la idea de que ya se harán cargo de ellos y quedarnos tan tranquilos con una visita o un mensaje ocasional.

Cambiarán ciertament­e muchas cosas; otra de ellas será valorar a cuantos estos días han estado tocando la enfermedad con altos riesgos de contagio y también a los que han hecho funcionar los servicios básicos de una sociedad asustada. La luz tendría que ser también la solidarida­d para mitigar los efectos del paro y la pobreza que presagian los organismos internacio­nales al salir del túnel.

El tiempo después de la pandemia tendrá que cambiar el modo de vida

y las políticas públicas

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