La Vanguardia

Cómo regalar un libro

La Cambra del Llibre ha trasladado el Sant Jordi al 23 de julio, pero la próxima semana habrá quien querrá mantener la tradición

- Magí Camps

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Compra por adelantado

Como el día del Libro se ha trasladado al 23 de julio, aunque la Cambra del Llibre y el Gremi de Floristes son consciente­s de que quizá aún habrá medidas sanitarias, una buena parte del sector ha optado por ignorar Sant Jordi y, mientras dure el confinamie­nto, potenciar la compra por adelantado. Es el modo de no poner en peligro a las personas –ni libreros ni repartidor­es– y, al mismo tiempo, de conseguir unos ingresos, claramente reducidos, para los establecim­ientos. Tanto las librerías que actúan de forma particular como las iniciativa­s que reúnen a libreros y editoriale­s se basan en el sistema de microfinan­ciación. El lector paga el libro a la avanzadill­a, que supone una ayuda para la superviven­cia de los negocios pequeños, y lo recogerá cuando la librería abra. También se envían vales regalo.

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Envío a casa

La segunda opción consiste en usar los grandes servicios de distribuci­ón y otros sistemas de mensajería habitual para hacer llegar los libros a las casas particular­es. Tanto se pueden pedir para que los lleven al domicilio de quien lo compra, como a otra dirección, como regalo de la fiesta del día del Libro. Así la persona escogida lo recibe por sorpresa y es fácil que la encuentren en casa, dadas las circunstan­cias actuales. Este sistema choca con un abastecimi­ento limitado: las distribuid­oras no funcionan con la normalidad habitual y las editoriale­s no pueden reimprimir los títulos más solicitado­s, dado que las plantas de impresión han estado paradas. Asimismo, la alta demanda de reparto a domicilio provoca una cierta demora en algunos casos.

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Compra en tiendas abiertas

La tercera opción es la de la compra física, la de toda la vida. Pero como no habrá librerías abiertas ni puestos en la calle, sólo se podrán comprar libros en los establecim­ientos de otros sectores comerciale­s que también los venden. Es el caso de algunos quioscos –abiertos para despachar los diarios y revistas, considerad­os de primera necesidad–, las papelerías y los establecim­ientos de material de oficina que tengan libros –que pueden abrir para facilitar material de teletrabaj­o a las personas que con la jornada laboral confinadas en casa–, y las grandes superficie­s alimentari­as –que, aparte de comida, pueden vender otros productos–. En estos casos el problema radica en la limitación de la oferta, que normalment­e abarca los títulos más populares, lejos de la variedad que ofrece cualquier librería. /

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Con la persiana bajada, algunas librerías, como La Central de Barcelona, trabajan en la gestión de pedidos
MANÉ ESPINOSA Entre cajas Con la persiana bajada, algunas librerías, como La Central de Barcelona, trabajan en la gestión de pedidos

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