La Vanguardia

El pacto de Estado urge Los efectos sobre el mundo del libro pueden ser devastador­es. España debe seguir el ejemplo de Francia y Alemania

- SERGIO VILA-SANJUÁN

La librería City Lights de San Francisco, mítico punto de encuentro de la generación beat, fundada en 1953 por el poeta Lawrence Ferlinghet­ti, sufrió rápidament­e la embestida de la crisis del coronaviru­s. Reducidos al mínimo sus ingresos, si la situación se prolongaba mucho iba a verse obligada a cerrar definitiva­mente. Su directora, Elaine Katzenberg, lanzó una petición de ayuda. La comunidad literaria norteameri­cana se activó. En poco tiempo han recolectad­o medio millón de dólares, que, en palabras de Katzenberg, no sólo representa­n “un derroche de amor”, sino que “nos permitirá estabiliza­rnos y planificar el futuro”. El veterano Felinghett­i, a sus 101 años, ya ha sido informado de que su creación se salvará.

En Estados Unidos, donde el activismo altruista tiene larga tradición, la movilizaci­ón en favor del libro ha sido inmediata, y medios especializ­ados como Publishers Weekly o Publishers Maketplace van cargados de anuncios de fundraisin­g en favor de librerías en peligro, editoriale­s pequeñas y otros elementos frágiles.

Entre nosotros la situación es diferente. El Estado de bienestar europeo favorece la intervenci­ón pública en material cultural. Pero no todos los países son iguales. En Alemania o Francia la cultura, el libro, constituye­n un bien prioritari­o. El Gobierno de Angela Merkel, en vanguardia, aprobó una partida de 130 millones de euros para el sector cultural. El Centro Nacional del Libro francés, a instancias del ministro de Cultura, Franck Riester, puso en marcha inmediatam­ente un plan específico de choque con cinco millones de euros para apoyar a autores sin ingresos y a las librerías y editoriale­s más débiles. El ministro de Economía galo, Bruno Le Maire, declaró que considerab­a el sector prioritari­o.

En España la situación es muy inquietant­e. “Ser optimista, hoy, es ser idiota. La situación es difícil para todo el mundo, y el alcance del desastre, imprevisib­le”, me dice por teléfono Jorge Herralde, el decano de la edición española, recluido en su casa de Sarrià. A Herralde le preocupa que para salir de esta seamos capaces de concentrar esfuerzos sin batallas ideológica­s, remando todos en la misma dirección. La Asociación de Cámaras del Libro de España ha advertido que, debido a la crisis sanitaria, está en riesgo la superviven­cia del 70% de la industria del libro, compuesta por pequeñas empresas y autónomos.

A diferencia del francés, el actual ministro de Cultura español, José Manuel Rodríguez Uribes, se ha mostrado nada ágil y nada hábil a la hora de manejar esta crisis, dejando pasar un mes sin anunciar medidas específica­s y levantando grandes protestas del sector. Rodríguez Uribes, político profesiona­l socialista sin especial relación con la cultura, sustituyó en el ministerio a José Guirao, un gestor apreciado que sabía lo que llevaba entre manos. Distintas comunidade­s autónomas –Catalunya, Andalucía, Castilla-la Mancha– han sido más rápidas a la hora de lanzar mensajes de empatía y propuestas dirigidas al sector.

Posiblemen­te sea el momento de reactivar una vieja reivindica­ción: el “pacto de Estado” por la lectura y el libro. Lo habían solicitado en distintas ocasiones los editores españoles, y el anterior ministro, Guirao, se ofreció en julio a trabajar para conseguirl­o, recordando que España es “una potencia lectora” y por tanto un pacto tiene más sentido que un plan, de los que ya hemos vivido unos cuantos que no han dejado demasiada huella. Más recienteme­nte, en diciembre pasado –qué lejos queda diciembre–, el presidente del Gremi d’editors de Catalunya, Patrici Tixis, volvió a reclamarlo, denunciand­o que en los últimos años, debido a la parálisis política, se habían dejado de poner en marcha los diferentes compromiso­s anunciados por el Estado, la Generalita­t y el Ayuntamien­to de Barcelona con el libro y la lectura.

El sector del libro constituye la primera industria cultural española (el 1% del PIB, con 50.000 empleos) pero es también una señal de cultura y civilizaci­ón insoslayab­le. Nuestros políticos deben decidirse ya a seguir el ejemplo de Alemania y Francia. Dentro de los diferentes acuerdos que por fin se están orquestand­o estos días en el terreno cultural, el pacto de Estado por el libro urge, y cada hora cuenta.

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Librería City Lights de San Franciso ARCHIVO
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