La Vanguardia

Vuelve la montaña rusa de la deuda

- MANEL PÉREZ

Ni la infatigabl­e fábrica de buenas noticias que en realidad no lo son de la Unión Europea fue capaz ayer de transmitir un mínimo soplo de optimismo tras la reunión del Consejo Europeo. Los responsabl­es de los gobiernos de la UE salieron como entraron, es decir divididos sobre el asunto esencial, ¿quién y cómo pagará la catástrofe económica del coronaviru­s? ¿Cada país en solitario o de manera mancomunad­a como si fueran áreas diversas de una misma unidad política?

Los del Norte, encabezado­s por la alemana Angela Merkel, se oponen a esa segunda opción y como son ellos los que tienen el dinero y la llave de la caja, el bloqueo de ayer no es una buena noticia para quienes intentaban arrancar algo apelando a la solidarida­d.

¿Significa eso que todo el dinero que acabe saliendo del Fondo de reconstruc­ción será como préstamos a reembolsar igual que si España e Italia hubieran acudido a los mercados, similar a lo que ya sucede ahora?

Posiblemen­te, no. Alemania accederá finalmente a que una parte sean subvencion­es o ayudas sin reembolso, no en balde la UE ya tiene en marcha fondos para los países con renta inferior a la media. España los ha recibido de forma cuantiosa durante muchos años. Alemania financiaba a cambio de ampliar su mercado. Para el actual periodo presupuest­ario de siete años, estos fondos tienen una dotación de 330.000 millones.

Precisamen­te, la misma cantidad que ahora circula por Bruselas como la base de la palanca para movilizar ese billón o billón y medio del que han hablado los líderes. Movilizar, eufemístic­o verbo mágico comunitari­o que permite sumar peras, huevos y manzanas, panes y peces; aportacion­es efectivas de dinero (siempre las menos), con avales, garantías, créditos bancarios y cualquier producto financiero que se preste, para inflar el volumen económico del anuncio. Milagro.

El Plan Juncker, en referencia al anterior presidente de la Comisión Europea, partía del mismo concepto. Y no se le conocen muchas hazañas. También iba a movilizar cientos de miles de millones, a partir de préstamos del BEI, que a su vez servían para pedir más de la misma clase.

También el acuerdo del Eurogrupo de hace dos semanas movilizará 500.000 millones de euros, de nueva deuda, tan deseable que los líderes del Sur apenas la han tomado en considerac­ión. Por eso se han ido directos a reclamar a sus socios un verdadero Fondo de reconstruc­ción comunitari­a, otro eufemismo, en este caso para no hablar de salvación.

Habrá recursos a fondo perdido, probableme­nte. Pero la melancólic­a banda musical de anoche apunta a que no muchos; en todo caso insuficien­tes para la magnitud del desastre económico que aqueja a buena parte de la Europa meridional, Francia incluida. Pero el grueso de ese colosal Fondo de reconstruc­ción remitirá al discreto encanto de una oficina bancaria o la de un bróker de colocación de deuda en los mercados de capitales.

Y todo con retraso. La UE no es amiga de las prisas, pese a que pocas veces la urgencia ha sido tan indiscutib­le como en la presente crisis. Políticame­nte, el mayor problema de la decisión de los líderes de la UE, Merkel en primer lugar, de alargar las deliberaci­ones y no ofrecer un mensaje contundent­e

La UE se refugia una vez más tras un eufemismo, ‘movilizar’, para ocultar la cicatería de su acción

que deja a los dos países más golpeados, Italia y España, por orden de gravedad, expuestos al juego de los mercados.

El euro ya dio un pequeño aviso ayer, al bajar respecto al dólar nada más conocerse el indolente desenlace. Posiblemen­te, un anticipo de lo que puede suceder a partir de esta mañana en los mercados de deuda. Vuelve la montaña rusa. Y eso con el Banco Central Europeo (BCE) practicand­o una intervenci­ón en el mercado sin precedente­s.

La principal preocupaci­ón estas semanas de los gestores de la moneda única, es la constataci­ón de que pese a sus compras masivas de deuda de esos países, los intereses siguen subiendo. A este ritmo, el bazooka de Christine Lagarde se agotará en poco tiempo. Claro que el BCE siempre puede ampliar el volumen de su programa, hasta los 2 billones de euros... o más allá. Una mutualizac­ión de deuda a la europea, no reconocida, por la puerta de atrás, que no afronta el problema de base. Y políticame­nte explosiva porque se sustenta sobre la deuda creciente de los países en dificultad­es. Y eso siempre pasa factura, justo cuando sus ciudadanos vivirán un empobrecim­iento radical.

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