La Vanguardia

BERNARDO ATXAGA

- Bernardo Atxaga

En la época en que estudié Filosofía en Barcelona supe que los dioses sienten envidia de los humanos que se declaran felices, y que, por esa causa, paradójica­mente muy humana, los castigan luego duramente. Deduje ello, por una regla de tres simple, demasiado simple, que con la queja ocurriría lo contrario: los dioses se apiadarían de quien expresara públicamen­te su malestar, ayudándole a arreglar las cosas.

Fue quizás esa idea lo que me arrastró a quejarme el día que, en vísperas de Sant Jordi, fui invitado a dar el discurso de inicio de la Feria del Libro. Me planté en el Salón de Actos del Ayuntamien­to y pregunté: “¿De qué clase es hoy en día el tiempo de la lectura? ¿De qué calidad? Las estadístic­as hablan de horas y de días de lectura, pero, ¿de qué materia están hechas esas horas y esos días? ¿Son de oro? ¿De plata? ¿De bronce? ¿De hierro?”.

Respondí, no llorando pero sí de forma compungida, que de hierro. “No sé si alguna vez fue de oro puro”, añadí, “un tiempo libre de preocupaci­ones, largo y ancho, de compás lento; lo que si sé es que ahora leemos a contrapié, a ratos, a medias, deprisa, con sueño o con fatiga, y que los dioses deberían hacer lo posible para cambiar esta deplorable situación”.

No sé cuándo llegó esta queja al Olimpo, la mía y la de cuantos se expresaban en el mismo sentido. Debió ser hace poco, porque, al parecer, la justicia divina no es tan lenta como otras. “Sea, cumplamos su deseo”, decidieron los dioses. “Que los humanos tengan todo el tiempo del mundo para leer, y que lo hagan en el sofá, en la cama o en cualquier otro cómodo lugar de la casa”.

Ya se ve, los dioses entienden las cosas a su manera. Son radicales, los dioses. No se andan con pamplinas: “¿Queréis tiempo para leer? Pues para vosotros todo el tiempo”. Además, siempre te la juegan. Nunca les falta el bonus extra desagradab­le. Ahora que nos han dado tiempo para leer, no nos permiten salir a comprar libros. Pero no me quejo, que no se queje nadie. Si lo hiciéramos Sant Jordi volvería quizás a ser un éxito, pero, ¿a cambio de qué? Ese es el problema.

“¿Queréis tiempo para leer? Pues para vosotros todoeltiem­po”. Ahoraqueno­shandadoti­empo para leer, no nos permiten salir a comprar libros

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