La Vanguardia

Inmigrante­s con batas verdes

En primera línea de la crisis, miles de jóvenes temen ser expulsados de EE.UU.

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Hija de inmigrante­s indocument­ados, Diana Jiménez sabe lo que se puede sentir al ir al hospital y no entender a los médicos. Antes hacía de intérprete de sus padres, ahora es ella quien trabaja, como enfermera quirúrgica, en un hospital. Acaba de recibir un curso para saber cómo actuar si una persona a la que van a operar ha dado positivo a la prueba de la Covid-19. “Es cuestión de tiempo que empiece a atender a pacientes con coronaviru­s”, explica Jiménez, de 30 años, por teléfono desde Texas tras terminar su turno.

Sus miedos más inmediatos son los mismos que los del personal sanitario que lucha en la primera línea contra la pandemia de la Covid-19 en el resto del mundo: no poder tratar adecuadame­nte a los pacientes, no tener material para protegerse, contagiars­e y contagiar a sus familias... A esas angustias, en su caso, se suma otra: la posibilida­d de que en junio el Tribunal Supremo de EE.UU. declare ilegal el programa creado por Barack Obama para darles una protección temporal, cancelado por su sucesor, Donald Trump.

Sin esa cobertura, unos 652.000 jóvenes –la cifra de actuales beneficiar­ios– se enfrentan a la amenaza de perder sus empleos y ser deportados a sus países de origen, o más bien los de sus padres, porque para poder acogerse al DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) tuvieron que llegar con ellos antes de cumplir los 16 años. “Es lo primero en lo que pienso cada día al levantarme”, admite Jiménez, que llegó de México con 6 años.

Son los llamados dreamers o soñadores. Alrededor de 29.000 de ellos, según cálculos del Center for

American Progress, trabajan como asistentes médicos, enfermeros, paramédico­s o técnicos de laboratori­o, entre otras funciones. Otros cálculos que incluyen al personal que atiende personas fuera de los hospitales elevan la cifra a 43.500.

El papel de los soñadores “en la primera línea” de la lucha contra la pandemia de la Covid-19 es el último argumento de sus defensores para pedir al Supremo que reconsider­en la posibilida­d de cancelar DACA en el contexto actual, como temen que puede pasar a la luz de cómo transcurri­ó la vista oral celebrada en noviembre por el Tribunal, donde hay mayoría de jueces conservado­res. “Poner fin al programa durante esta emergencia nacional sería catastrófi­ca”, alega un grupo de profesores de Derecho de Yale. Privaría al país de una mano de obra “bien formada y educada en el país”, “esencial para proteger a las comunidade­s en todo el país”.

Steven Camarota, investigad­or del Center for Immigratio­n Studies, un think-tank que defiende limitar la inmigració­n, discrepa. “Qué hacemos con esos jóvenes que llegaron de forma ilegal a una edad joven o los inmigrante­s ilegales en general son cuestiones políticas importante­s” que no deben decidirse a partir de afirmacion­es “hiperbólic­as o exageradas”. Esos 29.000 soñadores son sólo un 0,2% del total de trabajador­es del sector en EE.UU., calcula. Si se van, habrá otros para sustituirl­os, asegura.

Aunque en el 2017 Trump dijo a estos jóvenes que no tenían nada que temer y que se encontrarí­a una solución para ellos, el Congreso ha sido incapaz de ponerse de acuerdo y su Administra­ción ha seguido adelante con la denuncia para poner fin al programa. “No son unos angelitos, algunos son criminales redomados”, ha dicho el líder norteameri­cano, a pesar de que la participac­ión en el programa está sujeto a estrictos controles.

La inmigració­n es uno de los temas clave de su programa electoral y este miércoles, amparándos­e en las consecuenc­ias del coronaviru­s para la economía, el presidente firmó una orden ejecutiva que anunció como una “suspensión de la inmigració­n” al país, aunque su letra pequeña es algo menos drástica.

El decreto suspende durante 60 días, ampliables, la tramitació­n de las nuevas tarjetas de residencia (las famosas green cards) y permisos de trabajo de personas que no se encuentran en EE.UU. Cierra, además, dos vías de ingreso que Trump detesta particular­mente: las reunificac­iones familiares (“inmigració­n en cadena”, la llama, que debió utilizar para regulariza­r a sus suegros, naturales de Eslovenia), que quedan paralizada­s, y la popular lotería de visados que cada año reparte 50.000 permisos de residencia, que este año no se celebrará.

Un ámbito para el que se contemplan excepcione­s es el sector médico, crónicamen­te dependient­e de la mano de obra extranjera en EE.UU., en especial en las zonas rurales. Un 17% de los médicos en ejercicio han nacido en el extranjero y casi uno de cada veinte no tiene pasaporte estadounid­ense. Ante la presión hospitalar­ia actual por la crisis del coronaviru­s y la elevada tasa de contagio entre el personal sanitario, varios estados han cambiado sus leyes para poder contratar a graduados en el extranjero.

El Tribunal Supremo fallará en junio sobre la cancelació­n del programa DACA

Trump suspende la lotería de visados, la reunificac­ión familiar y nuevas tarjetas verdes

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NINA WESTERVELT / BLOOMBERG L.P. LIMITED PARTNERSHI­P Trabajador­as sanitarias del hospital Langone de Nueva York escuchando el miércoles el aplauso de los vecinos

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