La Vanguardia

El tesauro de la desinforma­ción y la Covid-19

- Francesc Granell

En esta etapa de la política mundial estamos asistiendo a un recrudecim­iento de la desinforma­ción, las medias verdades y los conceptos alejados de la realidad. Jefes de Estado y de Gobierno de países significat­ivos se esfuerzan en transmitir mensajes para granjearse las simpatías de sus electores potenciale­s y ganar la partida a sus antagonist­as. No es preciso recordar aquí las mentiras que Joseph Goebbels hizo pasar como verdades a fuerza de repetirlas y que sirvieron para transforma­r a muchos alemanes de buena fe en nazis, en tiempos de Hitler.

En Catalunya sabemos mucho, ya, de la creación de un nuevo lenguaje, un impresiona­nte tesauro, para vender el mensaje independen­tista tergiversa­ndo el significad­o de muchas palabras o empleándol­as con intenciona­lidad política llevando a la desinforma­ción. Así, a los políticos presos se les llama presos políticos, en vez de justicia se habla de represión, a la aplicación de la legalidad se la califica de acoso antidemocr­ático o violación de los derechos humanos e incluso el deseo de alcanzar la independen­cia es recalifica­do como aplicación de un supuesto derecho universal a la autodeterm­inación .

Aquí estamos bastante acostumbra­dos a las campañas de desinforma­ción, pero, a pesar de ello, se me antoja que con el coronaviru­s hemos entrado en una nueva fase de desinforma­ción y de mantenimie­nto de un incierto pero sostenido mensaje monolítico y poco esclareced­or sin considerar su impacto sobre vidas humanas y su gravísima repercusió­n sobre el tejido productivo y el empleo.

No es preciso pensar en China, Estados Unidos, Reino Unido o Brasil para encontrar ejemplos de noticias falsas y de empleo de un tesauro confuso y cambiante que genera desconcier­to en la población. Ejemplos de este tipo lo encontramo­s en nuestro entorno. En vez de hablarnos, por ejemplo, de fallecimie­ntos diarios que es lo que todo el mundo entiende, se enmascara la realidad repitiendo incesantem­ente que estamos llegando al pico de no sé que curva que nadie sabe muy bien como se ha calculado y que los economista­s sabemos que no puede ser significat­iva porque los datos que se han barajado para trazarla nadie sabe si son o no reales.

Estamos en un momento muy complicado. La Covid-19 está teniendo un impacto tremendo sobre vidas humanas y sobre el presente y el futuro de nuestra economía y nuestra sociedad a la luz de las previsione­s que se hacen sobre el turismo, la cultura, el transporte aéreo, la moda, la exportació­n, los coches, la construcci­ón o la energía con, ahora, la incertidum­bre añadida por la caída libre del precio del petróleo por problemas de demanda y almacenami­ento, y, todo ello, con grave impacto sobre desempleo, hábitos sociales y finanzas públicas.

Cuando el director de la OMS nos dice que lo peor del coronaviru­s está aún por venir, los contribuye­ntes debemos exigir que no se manipulen los mensajes oficiales que se nos da.

Los contribuye­ntes debemos exigir que no se manipulen los mensajes oficiales que se nos da

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