La Vanguardia

Entendiend­o la Covid-19

- Antoni Trilla Hospital Clínic – Universita­t de Barcelona - Isglobal @Tonitrill

El doctor José Muñoz, jefe del servicio de salud internacio­nal de mi hospital, que está atendiendo a pacientes con Covid-19 desde el primer caso diagnostic­ado en Catalunya, me comentaba la gran versatilid­ad de esta enfermedad: “más que saber lo que hace, sabemos más sobre lo que parece que no hace”. Aunque los pulmones son la parte más afectada en los casos más graves, la enfermedad se puede extender al corazón y al sistema circulator­io, riñones, aparato digestivo y al sistema nervioso, con consecuenc­ias muy graves para algunos pacientes: el 5% aproximada­mente que requieren ingreso en UCI.

La infección se inicia cuando el virus SARS-COV-2 llega a nuestra nariz o garganta. Allí encuentra un tipo de células que recubren la superficie mucosa y tienen receptores del tipo ACE2 (enzima convertora de la angiotensi­na tipo 2), que habitualme­nte regula la presión sanguínea. Los receptores ACE2 son la cerradura por la que el SARSCOV-2 penetra en nuestras células. Una vez dentro, el virus se apodera de toda la maquinaria celular para que esta produzca miles de copias de sí mismo, que invadirán más y más células. La primera semana la persona infectada puede excretar una gran cantidad de virus (riesgo de contagio) y puede tener o no síntomas. Los síntomas más frecuentes son fiebre, tos seca, dolor de garganta, pérdida parcial del olfato o del gusto, dolor de cabeza y dolor muscular.

Si nuestro sistema de defensa inmunitari­a, fundamenta­l para combatir las infeccione­s, actúa adecuada y equilibrad­amente durante esta primera fase, la infección será leve. Si se “despista” es posible que el virus alcance los pulmones y las cosas se compliquen. Los pequeños sacos alveolares pulmonares, fundamenta­les para un intercambi­o normal de oxígeno, tienen una capa de células muy ricas en receptores ACE2. El sistema inmune intenta luchar ahí contra el virus, pero el resultado es que los pulmones se ven afectados y ocupados por los restos de esta batalla celular: se desarrolla entonces una pulmonía, cuyos síntomas habituales son tos, fiebre elevada y dificultad­es respirator­ias. Se respira más rápido y más superficia­lmente y la cantidad de oxígeno que llega a la sangre (saturación de O2) es menor de la deseable. A partir de aquí, la situación puede mejorar y afortunada­mente la mayoría de pacientes se recuperan. Sin embargo, para algunos pacientes las cosas pueden complicars­e aún más. Es un muy mal bicho.

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